19 de junio de 2011

Bitácora viaje a Marruecos – VIII Parte

DÍA 8                                                                          Sábado, 14 de agosto de 2010
Tougine-Tamezrit-Lago Tamda-Tougine
A veces uno no sabe por dónde comenzar a escribir. Estas palabras las escribo desde el SAM_2324Lago Tamda, el objetivo buscado en este viaje. El lugar al que pensamos que no llegaríamos. Hemos tardado más de una semana en llegar a pie hasta aquí. Lo que se ha resistido. Nos levantamos a las 6 de la mañana. A las 7 y media nos pusimos en marcha. Probablemente en las semanas o meses siguientes entenderé el calado de esto y entenderé que estos más de 100 kilómetros que hemos hecho a pie, así como el doble o el triple que hemos hecho por otros medios, no está al alcance de todos. Mientras veía el lago de lejos, corríamos Néstor y yo en su búsqueda, queriendo abrazarlo. Quería llegar, quitarme la pesada carga de mi mochila, las botas, la ropa y nadar en el lago mientras gritaba de desesperación. En mi cabeza sonaban las canciones “Sara” y “San Pedro” de Revólver porque eran las que meses atrás escuché para encontrar tal vez las ganas, las fuerzas, la motivación exacta para esta aventura. Mientras estaba en ese llano, abrí las manos, recibiendo el viento frío que me había helado durante parte de la subida. Grité como un loco, bailando, luchando mis pasos con el camino de piedras. “Venga, vamos. Venga, un poco más. Venga. ¡¡Vamos!!”, me decía a mi mismo. Me sentía exquisitamente loco, si acaso estúpidamente orgulloso por algo que sólo yo valoraré, que nadie le dará más relieve que yo, como siempre.
Mañana, tal vez me sentiré agotadísimo. Más, aquí, ahora, estoy mirando este lago y este cielo blanquecido. Una bóveda celeste tanSAM_2338 blanca como una hoja por escribir. Como un folio que anhela que lo rubriquen. Que cuente en su nada, que después de todo lo pasado habrá un final feliz. Siempre lo hay. Sólo hay que buscar las palabras exactas que pongan el adecuado punto y final. Ya he de marchar. Los chicos ya han partido. Sé que nunca más volveré a estar en ese sitio, por eso quiero apurar al máximo estas emociones contradictorias. Me marcho con la misión cumplida. He contado todo lo ocurrido, he asomado la cabeza al mundo real y este lago ha hecho su trabajo como debía hacerlo, y sin yo pedirle nada. Me voy de aquí para siempre con el regalo que dejo intercalado en mitad de estas líneas esbozadas con el mismo orden que cualquier lugar de Marrakech. Y en esa entropía, seguiré escribiendo.
Pero será mejor que esta historia de hoy del lago, ahora que ya estoy sentado y tranquilo, la comience SAM_2319por el principio. La llegada hasta el lago Tamda fue ardua, no por las horas empleadas, que también, sino por el esfuerzo requerido. Porque a estas alturas estamos muy justos. Es la firme realidad. Hoy Ada no vino con nosotros. Sólo fuimos Nes, Isra y yo. Ella se quedó en el Git enferma. El dueño del Git nos sugirió otra ruta por la cresta de las montañas para no tener que ir hasta Tamzerit. Igual fue una buena solución. A posteriori es difícil saberlo. Da igual. Nos quedamos al pie de una degollada. Puse la marcha al inicio y durante una hora caminé yo solo. Los chicos iban a un ritmo pausado, descansando. Pero al cabo de esa hora los chicos me alcanzaron y me dejaron atrás en el cauce de un riachuelo casi seco. Después de esa hora de camino, cuando me habían alcanzado, nos perdimos. No encontramos el verdadero camino.
No volvimos hacia atrás, sino que fuimos campo a través. Cada uno tomó un camino diferente. Isra se cayó. Maldijo. Se hartó. Ya estaba oficialmente perjudicado mentalmente. En plena ascensión volví a unas ensoñaciones habituales, a los ya habitualesSAM_2329 mareos, a confundir la realidad con los sueños. Comencé a tener frío. Los pies se resbalaban. Sentí dolor. El corazón, a mil kilómetros por hora. Las manos las tenía heladas. Miré solo al suelo. Tras sobrepasar el primer collado, me coloqué en la vanguardia de la marcha y hasta comencé a correr. Sentí que alguien venía por detrás. Comencé a correr. Alguien me apartó, forcejeamos, no le dejo pasar, pisa mal y cae al suelo por mi empujón. Es Néstor, quien se hizo daño. Me siento culpable. Se calla, pero su cara lo dice todo. Qué estúpido fui. Ojala no lo hubiera hecho. ¿Por qué lo hice? Al llegar al collado final, tras dos horas y media, Isra dijo que no podía más y se quedó allí porque decía que no podría subir todo lo que tendríamos que bajar hasta el Lago Tamda.
Nes y yo bajamos, primero a paso ligero. Yo acabé corriendo y gritando desesperadamente. Mis pasos eran osados, sin importar caídas, sin importar el daño que me pudiera poder hacer. De mis ojos salían lSAM_2321ágrimas. No sé por qué. Cuando llegamos al llano endorreico, seguí corriendo, abriendo los brazos y gritando como un poseso. Llegamos en tres horas. Al cabo de diez-quince minutos llegó Isra, quien se sumó a nosotros porque según expresó: “Escuché gritar a William bajando y no quería quedarme sin llegar hasta el lago”. Estuvimos en el lago una hora y volvimos para subir de nuevo el collado y luego bajar hasta Tamzerit. La bajada hasta el pueblo fue larga, pero tranquila, al menos para mí. Hacía un calor espantoso. Nes e Isra estaban absolutamente destrozados, extenuados, sin resuello, deshidratados, fatigados absolutamente. No habíamos llevado nada de comer, apenas un trozo de pan y mantequilla. Eso no dio para reponer fuerzas. Yo, con parsimonia iba a unos 50-100 metros detrás de ellos.
Llegamos a la carretera que nos debía llevar de vuelta hasta Tougine. Cuando faltaban unos pocos metros para llegar vimos un Jeep de lejos. Isra corrió para que nos vieran y nos parasen para llevarnos. Ellos preguntaron: “¿Españoles?”. Néstor llegó, subió sus gafas y con cierta consistencia sentenció: “Canarias”. En el Jeep había dos franceses y un español de León, que venían desde El Aioún e iban hasta Francia. Nos llevaron hasta el Git T’etape, pero a Isra y a mí nos pusieron en el techo porque no había más espacio en el interior. Fue entonces cuando me sentí feliz, libre, dichoso como un niño durante más de media hora aproximadamente.
El viento en nuestras caras golpeaba mientras nos sujetábamos con fuerza para no caernos. Fue una divertida y estimada experiencia que agradecimos. Isra y yo reímos a carcajadas y nos relajamos. Los ocupantes del cocheSAM_2357 alucinaban incluso más que nosotros viéndonos pasarlo tan bien, gritando y pidiendo más y más. Nos sacaron varias fotos mientras Isra y yo seguíamos exultantes. El conductor se animaba pisando el acelerador, cogiendo los baches, tocando el claxon e incluso poniendo música. No deseaba que ese paseo acabase nunca. Pero todo lo bueno acaba y ese paseo acabó. Pasamos toda la tarde en el Git, agotadísimos, jugando a las cartas y el día en Tougine nos despidió igual que nos recibió hace una semana en Azilal, con lluvia, rayos y truenos, pero esta vez yo estaba más tranquilo. La tormenta ya no me intimidó. Asumí este viaje sentado como lo estoy ahora en la ventana mientras escucho caer la lluvia. Salen ahora las primeras estrellas y la luna creciente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.