24 de mayo de 2011

Nihilista

ADVERTENCIA: Este es un artículo personal que puede llegar a ofender a los lectores. Nada más lejos es lo que pretendo, sólo hacer llegar mi reflexión personal sobre algunas cosas. Dicho esto, aunque pueda parecerlo, no pretendo ningún ataque. Dentro de no mucho tiempo, continuaré con todo lo que está por venir que ya os adelanto que no es poco (Estudio sobre Burkina Faso, Moldavia, estudio climático de San Cristóbal de La Laguna, trabajos sobre el problema agrario en Nepal, el final del cuaderno de Bitácora, etc, etc, etc…)

Nihillista

No es un rato solaz precisamente el que tengo ahora pero después de algunas conversaciones aunque el tiempo apremia no puedo quedar inerte ante las cosas que estoy presenciando en estos tiempos. ¿Por dónde comenzar? Acertaría del todo si dijera que mis ideales languidecen en la sinergia vital que me rodea y que afecta a todo cuanto veo. Igual me falta algo de empirismo para contrastar todas estas palabras pero no me faltan argumentos y alguna experiencia vivida, por tanto una percepción aceptada de lo que intento explicar en este comienzo tan litúrgico. Pero son varios temas los que voy a tratar y no es fácil comenzar. Intento desentrañar esta semiótica que fluye en el ambiente sin que muchos se den cuenta o con algunos que quieren interpretarlo de una manera lo más subjetiva posible. Pues como ellos, tomo la palabra, voy a la palestra y hablaré con un sencillo axioma, como no soy objeto inerte, no puedo ser objetivo, al ser un sujeto no me queda de otra que ser subjetivo en mis percepciones y precisiones.

En este ambiente último un tanto entrópico fruto de los exámenes y otras revueltas que sacuden el ambiente exógeno universitario he de comenzar precisamente por lo local que es este blog. Hace tiempo escribí un par de artículos incendiarios en los que instaba a los míos a no dejar morir la Geografía y enaltecer esta ciencia social que para mi es el eclecticismo científico mal que le pese a algunos. Hoy tengo que hacer una precisión importante. Si mi ciencia, la que amo cada día está muriendo hoy día no es sólo culpa de una displicencia harta de los que están detrás de los libros y toman apuntes. No es menos cierto que los que ocupan el cargo de hacer que el del pupitre se apasione y aprenda de una forma más liberal que en la Secundaria, es tan culpable como los alumnos. Mata a la Geografía el que la hiperespecializa, el que considera la crítica destructiva como un arma arrojadiza contra la ciencia. Muchas veces he escuchado el agotamiento psicológico de muchos que han considerado esta carrera una auténtica maldición por lo que ocurre en las aulas, por los discursos de los que han de ser nuestros mentores. Y este año he escuchado muchos palos y pocos halagos. Con la excusa de entrar en el sistema laboral han sacado a flote el sistema neoliberal capitalista e incluso se ha adoptado ciertos sistemas dictatoriales soslayados con una demencia y senectud alarmante que, lejos de beneficiar vuelve loco a los ya de por si “degenerados sociales” como nos llamó uno de nuestros mentores. Ya usted ve, ahí sí estoy de acuerdo, somos unos degenerados sociales porque como expertos en las ciencias sociales y naturales podemos ver las cosas de una forma que otros no lo ven. Y sorprendería la sapiencia que un buen geógrafo pudiera tener a poco que se apasione y no se estanque en la desidia y los añejos y desfasados sistemas de educación casi privatizados por el rostro de quien ha de reflejar sólo sabiduría, y no sólo una cara, un nombre o apellido.

Eso me harta, me agota, me hunde. Me parece material trivial para algo tan importante. Porque en vez de lograr un sentimiento paroxial que al menos en mí nace de manera innata, lo que logran es tener la percepción de que la carrera de Geografía es algo tan ineluctable, que se dejan ir. Y no me extraña. Yo también me he sentido así, pero luego miro hacia adentro y pienso en lo que es la Geografía para mí, pienso en lo que es esta ciencia para mí, en lo que hago en casa, en lo mucho de lo que presumo de lo que hago. Recuerdo entonces por qué estoy aquí: Porque me gusta. Es entonces cuando toda la gnoseología de mi yo, adquiere la relevancia que nadie, absolutamente nadie le da. Hay que hacer un esfuerzo atroz para sacar algún beneficio. Quien infiera que la Geografía es una carrera fácil es porque no ha vivido lo que yo he visto, lo que he vivido y lo que he hecho estos años. No es extraño escuchar ahora mismo que las promociones más noveles se les tache de ser “malos estudiantes”, de “vagos”, “pueriles” y un largo etcétera del que podrán intuir que, los que estamos más allá de esos principios y que seamos perros viejos sepamos que sin el esfuerzo necesario todo se degrada. Se degrada el sistema en su globalidad, tanto el que está detrás como el que está delante de todos en el aula. La culpa es de todos, pero sobre todo de los mentores que han fracasado del todo en el intento de motivar y buscar una excusa plausibles para ser no un estudiante de Geografía, sino un UNIVERSITARIO que estudia Geografía.

Cualquiera puede estudiar Geografía. Pau Vila fue un autodidacta que no pasó por las aulas y se dedicó a concentrar información de la Geografía y acabó siendo profesor honoris causa por todos los conocimientos adquiridos. Cualquier puede intentar ser geógrafo de vocación, como yo. Pero ser un universitario es diferente. Es, por ejemplo, que ante una asignatura de índole social, se aprovechen los movimientos sociales reivindicativos actuales para hacer un estudio o una clase de primera mano en ese mismo ámbito. Pero un universitario es aquel que disfruta llevando su carrera más allá en la medida del tiempo que disponga y que quiera dedicarle porque le gusta. Y no me refiero a un minuto, un par de horas al año, me refiero a hacer cosas precisamente y nunca mejor dicho, por amor al arte. Sí, al arte, porque como decía Banes y recordó Gavira, ¿Por qué la Geografía ha de estar reñida con el arte? Y esta carrera es un boceto que te puede quedar como lo peor que has hecho para encerrarlo en un rincón, o puede ser una obra de arte que enmarcar en el decorado total de tu vida.

Pero el sistema neoliberal, el fordismo se ha adueñado de todos en este mini mundo. Sistema neoliberal, un sistema del que hoy día se habla más que nunca. Hoy estamos en un palimpsesto, pues hay huellas de un pasado que se distinguen en las leyes y las normas, pero hay algo de actual que se yuxtapone. Me preocupa la manipulación mediática, social, el de las mayorías y el de las minorías. Hay una persona que ha tenido gran trascendencia este año para mí. Me explicó algunas cuestiones sobre lo que ha ocurrido estos días y le dije literalmente que he de reflexionar mucho acerca de lo que ocurre. Siendo abstruso diría que me declaro misántropo debido al hastío de una sociedad que se vale de su egotismo para llevar por el camino a los ciegos y a los que reman a favor del sistema. Pero es tan complicado encontrar la simpatía de los abiertos, de los tolerantes con una bandera, de una ideología. Es tan complejo encontrar a alguien aunque sea un 20% omnisciente, que me dan ganas de exiliarme a otro lugar lejos, muy lejos de leyes injustas, precarias y que denostan el pasado como si fuera la ley del olvido. En un principio y hasta el día de hoy el 15-M me ha parecido un movimiento social con unas tesis en sus bases revolucionarias que estarían geniales si bien luego ha degenerado mucho en represiones hacia todo lo que no fuera lo suyo sin abrir la mano a nada y no ser multidisciplinar.

Con este me refiero a que generalizar es bueno, pero que hablen 500 personas no es que hable el pueblo. Hay algo más profundo que hace que se movilice a toda una población. Igual es esta una tergiversación, pero creo que habría que haber habido unas consignas básicas generales, y otras más específicas. ¿O acaso los problemas en Canarias son los mismos que en Cuenca? Hay un denominador común, sí, pero no hay olvidar nunca que Canarias es una colonia, con mentalidad colonial, con una trayectoria historicista precaria de sus jóvenes y de sus no tan jóvenes. Sí, sé que me podrán decir fatuo, pero tras hablar con varias personas y ver lo sucedido en las elecciones no puedo por más que sentirme engañado por todo y volver a ese mundo idiota que me envuelve e intentar representar la religión de convencerme a mi mismo y luchar con mis armas, no convencer a nadie y prestarme en cuerpo y alma a la apertura de mis ideales que nunca fenecerán.

Estas manifestaciones han tenido sus lados ocultos. Como en casi todo lo que nos rodea, este mundo degenerado y desesperado se muestra opaco, manipulador o manipulado a propia conveniencia en más o menos cuantía, pero es así. Sólo así se explica que no se haya establecido una forma de protesta particular a cada lugar para que, un tinerfeño se sienta identificado con la causa tinerfeña y no con la causa general del 15-M que puede ser puntual. Nada atrae más a los ciudadanos que sus convicciones más fuertes, lo que ve, lo que toca, lo que vive a diario y eso ocurre aquí, puede que en Madrid, pero hay muchas, muchísimas diferencias. Por eso, sin intención de criticar lo sucedido estos días, creo que hace falta una reformulación de las teorías para que la práctica no sea tan yerma como se ha venido a demostrar a propósito de los resultados electorales y sociales.

Me siento depauperado por los acontecimientos. Cada vez creo menos en movimientos sociales que lo que pretenden es sacar su nombre, persiguen en su recorrido, no en su principio, una ilusión que bien puede ser válida, pero que degenera y se corrompe por los parásitos, roedores y demás animales dementes que se inyectan y lo único que hacen es dejar escuálido al ideal, logrando con ello fortalecer un sistema, por lo demás, denostado y que sólo vale a los políticos, a los pudientes, a los de siempre. Como decía una película, “los políticos deberían temer al pueblo y no al revés”. Pero mientras haya miedo, intolerancia, mientras nos cerremos a toda ideología y forma de pensar, mientras toda manifestación sea atacada de forma alevosa, nada cambiará. Puedes ver el vaso medio lleno o puedes ver que existe agua sin un vaso para poder bebértela. Así lo veo yo. Faltan vasos, faltan un millón de vasos en un sistema que abastece y da agua, pero no sabemos si el agua es potable porque no hay vasos. Cierto es que nadie o sólo unos pocos reclaman ese elemento fundamental para intentar cambiar el sistema.

No creo en este sistema. Entre todos me han quitado la ilusión y lo único que me apasiona es mi ciencia que, por otro lado, también está neoliberalizándose, está mutando en un ser horripilante, un monstruo como el de Frankenstein, que pretendía crear un ser mejor para paliar la defunción y lo que logró al final fue un resultado por todos conocidos. Sé que este es un nuevo relapso, pero no creo en el sistema, no creo en la mayoría de las personas ciegas y ocultas, no creo en general que nada cambie porque hay demasiados cobardes y a los valientes se les persigue, se les demoniza y el cuarto poder los destrozan hasta provocar paralelismo con la inquisición exagerando mucho. Probablemente esté errado en muchas de mis palabras, nunca doy nada por sentado e intento no sentenciar, como decía esta tarde, intento seguir aprendiendo de las experiencias, meditando, pensando en formas de no caer en ese fordismo.

Más, dejémonos de vacuidades que pensarán muchos. Fomentemos los granitos de arena para hacer una playa en un futuro. No intentemos mover el mundo entero sin comenzar a cambiar la base. Abarcar mucho es lo que tiene, que puedes acabar pagándolo con una penitencia tan dolorosa y grande que acabes un poco como el que suscribe, con cierto halo de ineluctable situación y con el cliché de misántropo. Pero ya está bien, rompamos esta situación y convirtámosla en una negentropía.

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23 de mayo de 2011

Bitácora del viaje a Marruecos – V Parte

Quinta parte del serial sobre mi viaje a Marruecos en verano pasado. 

DÍA 5                                                                     Miércoles, 1a de agosto de 2010
Amezrit-Imi N’Ikkis-Ichbakenne-Ain Ali N’to
Con una cena de cuestionable cantidad y calidad, que ni tan siquiera fue servida con Valle del Tessaout4agua, así como una noche en la que por tercera vez apenas pude dormir, pusimos el despertar a las 7 de la mañana (6 hora local). Sin embargo no nos levantamos hasta unos 40 minutos más tarde porque estábamos casi yertos en la cama. Nos preparamos y tuvimos que esperar el desayuno que consistió en un par de trozos de pan del día anterior con un poco menos de miel. Fue una miseria, pero fue más por la escasa calidad del Git T’etape, que en teoría era de segunda categoría (los mejores son de primera categoría). Como no pudimos conseguir nada más que las sardinas, aprovechamos para robar un par de trozos de pan para el almuerzo, que no vendría mal habida cuenta del hambre que, por lo menos yo, estaba pasando.
Nos pusimos en marcha con la intención de llegar a Megdaz. El camino era más sencillo que el del día anterior, también más anodino. Al principio del día estuve hablando con Isra sobre este viaje. Le decía que seguía sin ilusión pese a estar aquí, porque a pesar de vivir experiencias y aventuras y poder decir: “He viajado y estado en Marruecos”, le decía que era como construir una casa por el tejado, ya que faltaba el suelo y los pilares. Me faltaba algo. También le comenté algo relacionado con este país, que socio culturalmente Marruecos era diferente y que tal vez querría romper con el ambiente que habitualmente tengo en Tenerife y quedarme en este país. Sin embargo, debía tener claro que si hacía eso sólo se trataría de una huída, pues aquí también hay gente atrapada en una sociedad y una cultura diferente y que en muchos casos querrían ellos entrar en nuestro modo de vida. Pero sí, es cierto que querría conocer de primera mano otras culturas y que quería entrar en ese juego. Me planteé entonces la certeza de querer seguir viajando a otros países minoritarios, para conocer otras culturas, otras realidades que no se venden en una agencia o guía de viajes.
Más o menos a medida mañana me dio un vahído, un mareo que me hizo poner la rodilla en tierra. Literalmente me tiró en el suelo. Sólo llevaba litro y medio de agua prácticamente caliente. No había desayunado apenas y como dije, la cena había sido pírrica. Las fuerzas eran escasas y este quinto día por primera vez en la montaña se sentía calor. Al cabo de una hora nos sentamos en una anastomosis del río a descansar. Por esas entonces yo ya iba de nuevo rezagado debido al vahído del que sólo supo Israel y al ritmo normalmente rápido que imprimían Néstor y Ada. Al pararnos cerca del río, en un par de minutos llegaron como unos siete niños que no paraban de decir y repetir “Amsho, amcho”. Néstor sacó los creyones para repartirlos y todos fueron a por él como moscas, levantando las manos y repitiendo con desesperación lo mismo: amsho, amcho. La imagen era desesperada viendo aquellos pedigüeños niños.
Isra le dio a una niña una caja de colores ‘destrangis’ y yo repartí las pocas golosinas que me quedaban. Más, yo no iba a permitir que me invadieran y acosaran desesperadamente como a Néstor y les hice señas para que es pusieran en orden. A cada uno le fui dando golosinas y cuando sólo me quedaba una pastilla de goma, todos vinieron a por mi desesperadamente. Entonces una de las niñas, la única que no se abalanzó por mí, me la pidió por ser la única que le estaba haciendo caso. Y eso mismo hice. Le di la última pastilla a ella porque fue la que mejor se portó. Realmente aquella niña era con mucho la más inteligente de ellos. Se notaba en que algunas cosas que le decíamos las entendía, era obediente y hasta nos presentó a todos sus amigos en francés. Eran buenos niños, no pedían dinero, se conformaban con cualquier cosa, con jugar, con hablar, con hacernos compañía. Eran humildes y claramente pobres.
Continuamos en dirección a Imi N’Ikkis primero y hacia Ichbakenne después. Sólo vimos dos pueblos y no tuvimos claro qué Algún lugar entre Amezrit y Ain Ali N'tositios eran. Al llegar allí nos invadieron los niños que no hacían más que repetir lo mismo: amshó, amchó. Estábamos agobiados ante tal avalancha de niños, pero no teníamos nada para darles y lejos de resultar de ayuda, acabaron por ser un mal que no pudimos evitar. Nos gritaban, no nos respetaba y hasta confundían nuestros pasos, ya que al preguntarles por Ichbakenne, nos señalaban primero una dirección, y luego otra. Entre ellos se contradecían las direcciones que había que tomar y en particular yo, me volví loco. Me desesperaron. No resultó agradable. Al llegar al primer pueblo, cuando salimos de él, perdimos el camino verdadero y a partir de entonces no tuvimos más remedios que caminar por el lecho del río que pese a ser agosto, llevaba cierto caudal.
Vadeamos el río tantas veces que perdí la cuenta. Me vino a la cabeza el éxito de Tam Tam Go “Voy cruzando el río”, el cual canté como banda sonora de ese día. Enseguida me volví a mojar las botas y los calcetines. Así Boullil - diferencias sociales niño-niñafue todo el día, cuando se me secaban un poco, se volvían a mojar por el río, así que tuve que caminar con los pies mojados. Pero no sólo fue el agua, ya que también se unieron las trampas de barro que nos sorprendieron. El barro nos hundía los pies de forma desesperada y yo, en particular, acabé con todas las botas repletas de barro. Por momentos pensaba que se me iba a hundir el pie hasta las rodillas. Fue agobiante. No era ni la una del mediodía y yo estaba ya sin agua para beber, con hambre, llagas, mojado, lleno de barro, además de con muchísimo cansancio acumulado, tanto físico, como mental. Paramos para comer, pero no teníamos apenas agua, así que tuvimos que buscar en una fuente, una de las pocas que vimos. Fue algo salvador porque particularmente yo estaba muy deshidratado. Isra, Nes y yo subimos unos derrubios para llegar hasta la fuente que tenía agua fría.
Le pusimos unas pastillas para filtrar el agua y pudimos comer con líquido elemento. Sin embargo no podíamos tener toda la que hubiésemos querido, pues sólo teníamos una botella cada uno y subir hasta la fuente, con las fuerzas justas se hacía muy agotador. El día, como dije, era aburrido, pero para Ada acabaría siendo espantoso porque después de comer le entró un extraño bajón, una fatiga y escalofríos que la dejó literalmente acostada en el sitio. No se podía apenas ni mover, ni dar un paso. Tenía debilidad de piernas. Dijo que no podía caminar más, que sólo se iría en burro hasta el Git T’etape de Ain Ali N’to. La diosa fortuna quiso que unos minutos después pasara justo por allí un hombre con su hijo y su mujer montados en dos burros. Ada y Nes negociaron para que la llevaran a ella hasta el Git T’etape de Ain Ali Nto y el hombre aceptó a cambio de 200 Dirhams (unos 20 euros). Ada se montó en el burro y con ella, su mochila y la de Néstor que hacía de contrapeso en el burro.
Camino a Tabant Por la noche, en el Git T’etape de Ain Ali N’to, Ada me aseguró que una señora en Imi N’Ikkis le había echado mal de ojos cuando, durante el acoso de los niños, uno de ellos le había pedido dinero y ella se había negado. El caso es que Ada se fue, Nes quedó más tranquilo. Isra fue a buscar un poco más de agua de la fuente para él y Néstor. Después seguimos el camino que, supuestamente debía haber sido de cuatro horas hasta Ain Ali N’to. Néstor iba sin mochila, pero se ofreció a cargar la mía y la de Isra cada media hora. Cuál fue nuestra sorpresa cuando al cabo de hora y media llegamos al Git T’etape de Ait Ali N’to, justamente cuando volvía a quedarme rezagado y a estar con los pies empapados pero paradójicamente deshidratado. Ada estaba en el Git, pero acababa de llegar porque el burro tardó casi lo mismo que nosotros, ya que se paraba a cada rato.
Cuando llegamos, Ada no estaba mucho mejor. De hecho, hasta la noche no volvió a sentirse un poco mejor, así que nuestro punto final del día fue Ain Ali N’to. Tendríamos que dejar Megdaz para el día siguiente. En el Git T’etape conocimos unos niños: Houda de 11 años, Bouchra de 12 años, Nawal de quince y un pequeño de poco más de un año. Al rato llegó Imad, de 16 años y Mohamed, un joven que sobrepasaba la veintena. Imad era hermano de Houda. No sólo eran buenos niños, sino que también eran educados, iban bien vestidos, desde luego se notaba que eran los más afortunados de todos cuantos nos encontramos en Marruecos. Eran inquietos, enseguida Ada, Nes y yo nos entendimos con todos ellos. Nawal, que sabía árabe, francés y berebere, nos escribió nuestros nombres en árabe y berebere. Cuando Nes e Isra se fueron al río, llegó Imad, un chico encantador con el que hablamos mucho tiempo de cosas sin mayor importancia. Que si estaba en el colegio, que le gustaba más vivir en Marrakech, donde estudiaba, porque además allí tenía amigos. Seguimos hablando con Nawal en francés y con Imad en inglés. Lo cierto es que fue muy familiar. De noche comimos cous cous, el mejor de todos cuanto comimos esos días. El dueño nos cobró 100 Dirhams a cada uno por todo, lo cual valía la pena, pues todo estaba limpio e incluía hasta la ducha. Yo, después de más de cinco días, pude ducharme, aunque sin jabón y con agua fría. Como dije, el día fue un poco aburrido. Además de maratoniano, ya que tardamos unas ocho horas en llegar, y ni tan siquiera alcanzamos nuestro objetivo final, Megdaz debido al malestar de Ada.
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21 de mayo de 2011

Problemas medio ambientales de Canarias

Un breve trabajo sobre los problemas medio ambientales que existen en Canarias y más particularmente en las Islas grandes, en Tenerife realizado hace unos meses.



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19 de mayo de 2011

Bitácora del viaje a Marruecos – IV Parte

Cuarta parte del serial sobre mi viaje a Marruecos en verano pasado. 

DÍA 4                                                                              Martes, 10 de agosto de 2010
Rougoult-Tizin Rougoult-Jebel Wagraraz-Tasgaïwal-Amezrit
La noche anterior, Mohamed, el hombre del Git T’etape de Rougoult nos dijo que teníamos que coger por la derecha para hasta Amezrit, pero estábamos recelosos. Por la tarde, uno de los niños nos había dicho exactamente lo mismo que Mohamed, pero nosotros queríamos seguir recto por el camino por el que habíamos subido desde Bouollil.. Cuando nos levantamos en el día de hoy, antes de las siete de la mañana (seis, hora local), cogimos el mapa y la brújula y, en efecto, nuestro destino estaba hacia la derecha, es decir, hacia el sur, que era donde teníamos que ir para caminar por el valle del Tessaout. A pesar de todo, yo tenía mis dudas.
<SAMSUNG DIGITAL CAMERA> Subimos durante hora y media por le lecho del río. Detrás de nosotros venía una mujer montada en una mula que estuvo yendo poco a poco y que al cabo del tiempo no sólo nos alcanzó, sino que nos superó y dejó atrás sin problemas. Yo casi desde el inicio me quedé rezagado. No me sentía bien. No habíamos desayunado esta mañana y anoche casi ni había cenado. Me sentía torpe, débil. Caminar por el lecho del riachuelo, cruzándolo decenas y decenas de veces, resultó agotador. Por momentos creí desfallecer. Sobre las nueve de la mañana paramos para comer algunos frutos secos que habíamos comprado en Marrakech y tomar algo de agua, cosa que agradecí porque estaba desfallecido. Al cabo de unos cinco minutos vimos que sobre nosotros había una casa y en ella, sobre el tejado, dos niños. Posteriormente bajó por la ladera un hombre joven con un perro. Néstor le ofreció frutos secos y él aceptó. Al cabo de un par de minutos, el joven hombre le dijo “té” y Néstor no lo dudó, aceptó la oferta. Yo le secundé. A los pocos minutos cogimos las mochilas y subimos los 80 metros que separaba el lecho del riachuelo hasta la casa de aquel hombre llamado Hassan.
Estábamos a 2.000 metros de altitud y al llegar vimos un gran rebaño de cabras. Hassan nos invitó a su casa y nos preparó un té. Entramos en su mini cueva que tenía por casa y vimos todo el proceso de la preparación del té mientras nos sacábamos alguna foto con él en el interior de su casa. Isra aprovechó para regalarle una caja de creyones a una de sus hijas. Hassan acabó de hacer el té y nos lo sirvió pero con señas le pedimos que nos acompañara y así lo hizo él. Nos tomamos unos 3 ó 4 vasos. Al final, Néstor y yo le regalamos dos camisas y dos bolsas de frutos secos. Después de unos 45 minutos y embriagados del encanto de lo más simple seguimos el curso del riachuelo que remontaba la garganta. Yo volví enseguida a quedarme atrás. Comencé a sentirme mal del estómago. Expulsaba flatulencias, me sentía débil. A medida que subíamos, el cuerpo se me ponía más pesado y torpe. Comencé a marearme, a caminar cada vez con más torpeza.
Por momentos perdí la noción del tiempo y hasta del espacio. No sabía qué me pasaba. Veía borroso. No pensaba en muchas cosas salvo en lo inútil que era yo en ese momento. Rezagado, medio enfermo, agotado, sin capacidad ni oportunidad para tomar decisiones sobre el camino a seguir, puesto que de nuevo no sabíamos si estábamos en el camino correcto o no hacia el Puerto de Tizin Rougoult. Néstor era el negociador en todos lados, las relaciones públicas, era la luz, las manos, los ojos, era el 80% de nosotros y yo, me sentía el último de todos, no sólo durante la ascensión, sino en cualquier otra oportunidad. Cerca de las doce y con un agotamiento extremo paramos. Yo llegué muy rezagado.
Estaba absolutamente exhausto. Me quité las botas, me recosté y cerré los ojos. Donde paramos había dos cabeceras de valles que confluían en el que habíamos estado subiendo y no sabíamos por dónde coger. La guía que tenía Néstor decía que debíamos seguir el riachuelo, pero por el riachuelo allí no había sendero alguno, éste estaba justo en la cabecera del valle que no tenía río. Ante esa disyuntiva, Néstor dijo de hacer un largo descanso. Se bañó en el riachuelo y nos refrescamos. Yo cerré los ojos y dejé que pasara el tiempo.
Al cabo de varios minutos llegó un joven, era un pastor de cabras. Néstor le saludó y le preguntó por donde se iba hasta el puerto de Tizin Rougoult, y éste le hizo señas con las que quería decir que debíamos tomar el camino que había, es decir, por el valle sin río, ya que éste luego se unía de nuevo al riachuelo. Néstor se hizo fotos con él. Era un chico abierto, amable y al final, se ofreció a llevarnos hasta cerca del Puerto de montaña. Tras una hora reanudamos la marcha. Yo, como siempre, me quedé muy rezagado, pero es que el pastor imprimía un ritmo inaguantable. Como el camino a veces se perdía y ellos iban bastante más adelantados, por mí estaba esperando siempre el perro del pastor para guiar mis pasos. Fue increíble que el perro estuviera pendiente de si subía o no.
Después de una media hora aproximadamente me encorajiné y comencé a recortarles distancias. Al final llegamos primero a un descansillo de césped. Continuamos un poco más hasta algo parecido a un circo glaciar con unas vistas espectaculares, con un inmenso talud de derrubios y más césped que parecía una moqueta. Hasta allí es donde nos podía llevar ese pastor, que se unió en aquel falso llano con otro pastor. Nos ofreció hacernos un té. Se puso a buscar la leña de ramas secas para hacer el fuego para calentar el té. Nosotros aprovechamos para comernos las cuatro latas de sardinas que compramos la noche anterior. Ellos nos invitaron a pan. De ese modo, entre nosotros cuatro y los otros dos pastores nos comimos tres latas con el único pan que teníamos y que compartimos. La última lata se la regalamos, además de 5 Dirhams cada uno.
Después de comer en el césped nos recostamos un rato. Nos quedaba, sin lugar a dudas la parte más dura, el final del puerto, cerca de 300 metros de ascensión. Por primera vez en todo el día no me quedé rezagado. Volvía a sentirme mejor. Lo que pasa es que cuando estábamos a punto de coronar el Puerto nos dividimos porque había dos caminos. Yo seguí a Isra, que marchaba primero, y Ada a Néstor. Coronamos el puerto Isra y yo, pero al final no vimos a Néstor. Isra y yo cruzamos la arista y fuimos en busca de Néstor. Éste y yo decidimos subir la montaña de la derecha, que era un 3.000 metros, el Jebel Wagraraz. Estábamos en el Tizin Rougoult, a 2.850 metros, pero nos hacía ilusión hacer un 3.000 metros. Sólo fuimos Néstor y yo porque Ada e Isra no querían. Al cabo de media hora bajamos tras hacer cima. Luego, sin saber muy bien por dónde coger y con las señas de otro pastor, bajamos hasta Tasgaïwal primero y luego a Amezrit. Bajamos en una hora, pero luego no sabíamos cómo ir a Amezrit. Por consejo de Isra fuimos por el lado izquierdo del valle de Tessaout. Esta opción elegida era contraria a los deseos de Ada y Néstor, que querían ir por un camino situado a la derecha del valle. Tuvimos que atravesar el río y nos mojamos totalmente las botas.
Al cabo de un tiempo volvimos para atrás para ir por el camino marcado a la derecha del valle del Tessaout. Tuvimos que cruzar de nuevo por el río, pero esta vez por un lugar más peligroso. Posteriormente tuvimos que Nadie mira en Agoutisuperar con un salto un canal hondo. Tuvimos que saltar hasta un muro de piedra al que tuvimos que sujetarnos y luego, escalar un poco hasta el camino. Seguimos por la pista y en un rato, con mucho suspense, encontramos Amezrit. Este pueblo después de Marrakech, fue de lo peor que vimos hasta ese momento. El Git T’etape era un poco andrajoso y con una señora con muy mala hostia que nos pedía, por quedarnos, 130 Dirhams (13 Euros cada uno). No quisimos y después de mucha zozobra, pensando que dormiríamos a la intemperie, y sin comida. Llegó un joven que hablaba un poco de español, Omar, un guía de montaña que había llegado con un hombre francés. Gracias a su intervención logramos que la mujer del Git rebajara el precio a 100 Dirhams cada uno. Luego salimos por el pueblo para conseguir líquido, pues en particular yo estaba totalmente deshidratado. Tenía sed, tenía las botas mojadas, tenía sueño, hambre y con una fatiga espantosa. Los niños eran malcriados, nos gritaban y a Isra en particular le pidieron dinero. No le dio nada porque según leímos y nos dijeron, fomentaba la mendicidad.
Dentro del pueblo había pocas tiendas. Fuimos hasta a tres tiendas en las que nos quisieron cobrar mucho más de la cuenta por una simple botella de agua, además de tratarnos un poco mal. Al final fuimos a una tienda donde compramos cuatro refrescos y cuatro botellas de agua, pero el tendero nos trató mal, más, como estábamos tan agotados, aguantamos el envite. Fue así como llegamos ese día que comenzó con experiencias inigualables como la de Hassan el pastor, o la cima del Jebel Wagraraz de 3.000 metros, y que acabó de una forma que no imaginábamos.
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17 de mayo de 2011

Peligros volcánicos

Trabajo sobre peligros volcánicos para la asignatura de 4º de Geografía, Geomorfología volcánica presentado hace unos meses.



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13 de mayo de 2011

Bitácora del viaje a Marruecos – II Parte

Segunda parte del serial sobre mi viaje a Marruecos en verano pasado. 

DÍA 2                                                                           Domingo, 8 de agosto de 2010
Agouti
El segundo día nos levantamos a las ocho de <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>la mañana (siete hora local). Desayunamos y después de un rato, nos pusimos las cholas y nos fuimos camino a Tabant. Tabant es otro pueblo que se encuentra ascendiendo por la carretera. Según las indicaciones que teníamos, no deberíamos tardar sino poco más de una hora desde Agouti. Fuimos muy poco a poco, sacando fotos, viendo los impresionantes pliegues de las rocas, las casas de adobe, los coches repletos de gentes y sobre todo las plantas, los cultivos, en definitiva, y en conjunto, el paisaje.
El valle estaba repleto de frutales tales como ciruelas, melocotones, almendros, nogales y manzanos. Fueron los nogales y sobre todo los manzanos lo que más nos impresionaron por su número, en gran cantidad. Había incluso más de una variedad de manzanas. Los nogales eran enormes, sobre todo cerca de Agouti. Eso en el valle, en cuanto a las montañas lo que encontramos fueron pinos, cedros y vegetación más rastrera. En general era un paisaje agrario y no demasiado antropizados porque las casas de adobe se mimetizaban con el paisaje, pues era del mismo color de la tierra. Muchas, eso sí, estaban en un pésimo estado, incluso sin techo. Cerca de Tabant, sobre todo encontramos animales de provecho ganadero, rebaños de ovejas, pocas cabras, algo más de vacas y alguna ave de corral.
Observé que eran las mujeres las que más se afanaban en el trabajo. Eran las que lavaban, las que daban de comer a los animales, incluso gobernaban las ovejas y los rebaños que tenían dentro de la casa. Las mujeres cargaban en ocasiones más que los mismos burros, éstos últimos, auténticos protagonistas del bucólico paisaje de la montaña marroquí. Lo habitual era encontrar hombres y niños con burros cargados, trasladando mercancía. Algún contraste sorprendente fue ver a un hombre montado en burro hablando por el teléfono móvil. Sí, porque hasta ahora no he encontrado un lugar donde no haya cobertura.
Me han sorprendido las buenas comunicaciones que existen en ese aspecto. Los hombres eran los menos activos. Es <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>habitual encontrarlos sin hacer nada o sencillamente mirando, mientras que las niñas desde muy pequeñas ayudaban a lavar las alfombras a las mujeres, y los varones jugaban o no hacían mucho. Los niños, en general, aquí en Agouti, caminan y corretean con una libertad inusitada. Nos conquistaron los niños que nos saludaban, se nos quedaban mirando e incluso sin que les dijéramos nada nos saludaban. Encontramos a un grupo de niños jugando con ruedas de bicicletas como si nos hubiéramos trasladado unos 60 años atrás. Los juegos eran básicos, pero se les veían felices y henchidos de satisfacción.
A medida que remontábamos el valle, los nogales, los manzanos y frutales perdían presencia en detrimento de más cereal, que coincidía con un alejamiento o disminución del caudal del río. Caminamos durante tres horas y al llegar a un cartel creímos, durante mucho tiempo, que habíamos caminado más de la cuenta y que habíamos pasado Tabant sin darnos cuenta. Por la tarde-noche, Cristian y Alex, que nos sobrepasaron caminando a toda velocidad nos dijeron que Tabant estaba en aquel cruce hasta donde llegamos a unos diez minutos. Nosotros estuvimos convencidos de que ya habíamos estado, pero no llegamos. Tuvimos que comernos los medios panes con atún en tomate que nos sobró del día anterior con las manos, en mi caso, rebañando con los dedos la lata de atún. Gracias a ello no nos morimos de hambre por el camino. Llegamos al Git T’etape sobre las tres de la tarde y descansamos en la sala de comer.
Al llegar al Git, no pude evitar pensar en lo presenciado, principalmente el papel que ocupa la mujer en este espacio. Creo que es <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>algo indigno, algo marginatorio, injusto e irrespetuoso. Es propio de una sociedad atrasada, estancada. Me he indignado mucho al ver a una mujer de lejos cargada con tanta paja, que estaba completamente doblada del esfuerzo. Parecía más un burro que una persona. Eso me enervó. La mujer es una esclava en la sociedad marroquí. Un cero a la izquierda, y los hombres, mientras, asumen un rol liberado de toda responsabilidad. Hay excepciones, claro, pero lo que he visto sobre todo ha sido eso y no puedo por más que tachar semejante cosa. No es una novedad, no obstante. Sabía dónde me metía al venir acá, pero no puedo evitar sorprenderme un poco al verlo in situ.
Viendo las montañas, los pliegues y la geografía, queriendo estar aquí como presumía, un mes entero, mi naturaleza me llama. Ello me perturba absolutamente. Quizá estas palabras cobren un sentido baldío. Ni las montañas más altas, ni los mayores peligros, ni la miseria, ni lo inimaginablemente carismático y didáctico valen nada, ni ayudaría nada si yo no estoy bien. Y esta tarde, todo el día me sentí mal. Ridículo. Sin remedio. Y fue entonces cuando el maravilloso y grandioso Atlas marroquí, se convirtió ante mis ojos en una calle cualquiera y perdió todo su interés.
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10 de mayo de 2011

Movimiento de refugiados y desplazados internos

Este es un trabajo realizado el año pasado por un gran grupo con el que estuve. Se hizo para la asignatura Geografía de la Población. Aunque el trabajo es un poco 'políticamente correcto' debido a las directrices y poca libertad que nos dieron, tiene su punto importante. Se trata de un trabajo sobre los desplazados y los refugiados en todo el mundo, así como el papel de la, por otra parte, denostada y criticada por mí, Naciones Unidas a través del ACNUR, explicando en qué consiste esta asociación y demás. En lo personal, creo que lo más interesante de este trabajo son los ejemplos finales al analizar los casos de refugiados en Afganistán, y los desplazados en Colombia, en lo que fueron dos casos muy llamativos, quizá por esto último es por lo que me he decidido subir este trabajo. Como se puede observar la Geografía abarca numerosos temas y éste en  concreto tenía mucho que ver con la demografía y los derechos humanos. Les dejo a continuación el trabajo de "Movimiento de refugiados y desplazados internos", hecho por Héctor de los Ríos, Yaiza Mora Hernández, Violeta Moreno Martínez y servidor que les escribe:



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8 de mayo de 2011

Bitácora del viaje a Marruecos – I Parte

Cuando comenzó la idea de hacer este grupo de divulgación y conocimiento de la Geografía tenía un amplio espectro. Poco a poco las cosas se fueron acotando y se quitaron del medio ideas disparatadas. Pero otras no tanto. Este espacio de difusión de esta ciencia en principio abarcaría numerosos temas que tenían que ver con la geografía como ya han podido comprobar, pero había varios espacios que no se han tocado por falta de tiempo, ayudantes y colaboraciones. No adelantaré qué son porque se trata de que esto evolucione, no de que se descubra para que luego caiga en el olvido. Una de esas ideas sería "imitar" a los primeros exploradores del siglo XIX cuando se crearon las Reales Sociedades Geográficas en pos del Imperialismo. Esos exploradores, al igual que todos en el pasado que no eran geógrafos, los navegantes, escribían un cuaderno de bitácora que. Uno de los mejores literatos fue Alexander Von Humboldt, quien además tenía una forma de escribir casi poética. Pues bien, lo que va a suceder los próximos días es que pondré mi cuaderno de bitácora de la mayor aventura que he conocido en mi vida, el viaje a Marruecos, al Haut Atlas el verano pasado. Se trata de un serial sobre de un viaje en plan mochilero-geógrafos para vivir la esencia de aquel país caminando por entre las montañas donde las experiencias fueron únicas. Cada día me dedicaba a escrutar cada detalle, cada cosa que veía, a anotar todo lo que pasaba por mi cabeza e hice un cuaderno de bitácora "Oficial" contando todo lo acaecido en los diez días que estuvimos en Marruecos. El cuaderno es grande, el original tiene casi 50 páginas, pero éste, el oficial, tiene la mitad, así que en la medida que vaya publicando cosas, como trabajos, escritos de opinión, etcétera, iré alternando con lo sucedido cada día en Marruecos en ese cuaderno de bitácora, desde el día 1 hasta el 10, en lo que es un relato geográfico-literario a modo de diario que no deja de describir no sólo con palabras, sino además con fotos de todo lo acontecido en en agosto de 2010 por cuatro locos que se fueron con un mapa, una mochila y la ilusión de la aventura por bandera. Espero que os guste este "cambio de tercio". 

DÍA 1                                                                             Sábado, 7 de agosto de 2010

Tenerife-Madrid-Marrakech-Azilal-Agouti

Ya no queda nada. Dentro de poco comenzará mi mayor aventura. Las montañas africanas de Marruecos. Mi hermana me viene a buscar y vamos al encuentro de Israel que viene del Norte. Me espera en el Campus de Guajara. Llegamos allí y enseguida partimos hacia el aeropuerto del Sur. Allí nos espera Néstor con Ada. La espera de madrugada es ardua. El avión parte a la una de la madrugada. Todo a horas intempestivas.
<SAMSUNG DIGITAL CAMERA>Llegamos a Marrakech a las siete y media de la mañana. El agotamiento de toda una noche sin dormir se nota hasta en los ánimos. Las diferencias estallan en cada detalle ya desde el aeropuerto con los motivos árabes y una arquitectura peculiar, pero agradable. Y eso que yo no sé nada de arquitectura. No hay mucha gente y el día está fresco, con niebla y humedad. Pasamos el control de pasaportes sin mayores problemas. Todo aquí suena a rutina, o quizá sea la mañana, el agotamiento, el estío que lo deja todo con un rostro de fina desidia. Cambiamos las divisas y con extrema parsimonia, casi sin quererlo salimos de la terminal del aeropuerto. Un taxista nos aborda pidiéndonos 120 Dirham (12 Euros) por llevarnos hasta Marrakech. Sin embargo declinamos esa oferta para coger el bus por un total de 80 Dirham (8 Euros), 20 cada uno. Esperando en el bus permanecía callado, serio.
En el bus, pudimos ver las primeras imágenes de las afueras de una ciudad entre tinieblas. Jardines secos, todo a medio hacer, las avenidas infectadas de motos y bicicletas que se erigen en las auténticas protagonistas. Casi sin darnos cuenta llegamos a nuestra primera parada, el parque de Jemma El Fna. En el bus vemos a un vagabundo sucio y con cara de loco masturbándose en plena calle de forma desesperada. Sólo lo vemos Néstor y yo, pero no cabemos en nosotros mismos de asombro. En un semáforo nos paramos. Observo las dos palmeras más perfectas que he visto y se lo comento a Néstor. Escrutándolo nos damos cuenta de que en realidad son dos antenas de telefonía muy bien mimetizadas con el paisaje. Néstor y yo nos alegramos de ver algo positivo en el paisaje geográfico de la ciudad.
Nada más bajarnos un hombre comienza a seguirme y a hablarme en un tono entre amenazante e inquisitivo. Me ataca y no me deja en paz. No deja de increparme. Néstor camina impasible, sin hablar y yo sigo su ejemplo. Pongo mi peor cara de perros para intimidarlo. Al cabo de un minuto, tras pasar la esquina, me abandona. Siento miedo y al mismo tiempo alivio. Zozobro por momentos. Ya en las calles de Marrakech descubrimos una ciudad sucia, desordenada, pestilente y maloliente. Nos metemos en un callejón y vemos a un hombre dando un latigazo a una mujer. La gente en la calle mira impasible la escena. Un ciudadano marroquí, probablemente vinculado con la mujer la defiende entre otra acometida del exacerbado e irascible hombre. Nosotros miramos de soslayo, pero nos quedamos en shock.
<SAMSUNG DIGITAL CAMERA> Nos paramos a desayunar creps con miel y yo me pido un te que está más seco que el desierto. Después del desayuno nos ponemos en marcha nuevamente. Tenemos que comprar el agua y los frutos secos para cinco días. Caminamos por la plaza de Jemma El Fna alucinando con los puestos de zumos de naranja y frutos secos que nos intentan captar desesperadamente a voz en grito. El paisaje ciertamente rural y metropolitano al mismo tiempo. Cruzar las calles es un riesgo, los taxis y motos salen por doquier sin orden alguno y no parece que ni peatones, ni conductores teman por nada y eso que el accidente se masca. Los frenazos y carreras evitando el atropello es algo abrumador. Como constante resulta el olor a meados en toda aquella plaza y sus alrededores. Néstor se decide a comprar los frutos secos, le cobran 180 Dirham, pero regatea y se lo dejan a 130. Nos marchamos en busca de mejor suerte pero no hay manera. A Isra y a mí nos estafan en cantidad pero sabemos lo que queremos gastar. Deambulo por la plaza, vamos en busca del agua al Hotel Alí. Estoy ya casi extenuado, con las piernas temblorosas.
Compramos cada uno litro y medio de agua. A continuación nos dirigimos hacia la estación de autobuses con algo parecido a un mapa de la ciudad que más que ayudar, nos entorpece. Caminamos en línea recta hasta que intentamos segur la ruta que nos marcaba el supuesto mapa. Nos metimos por unas callejuelas estrechas, sucias y donde se comenzaba a vislumbrar que el orden era un concepto alejado de la realidad. Preguntamos en dos ocasiones dónde estaba la estación y nos dijeron con un castellano chapurreado bastante cuestionable. Pero no nos fiábamos y al final acabamos presos de la anarquía de nuestros pasos. Nos paramos en una rotonda y un señor nos cuestiona: “¿Bus estación?”. Decimos que sí. Él nos contesta: “Todo recto. Gran puerta, en frente. Caminar. Cinco minutos”.
<SAMSUNG DIGITAL CAMERA> Isra y yo vamos decididos. Nes y Ada dudan y miran su mapa. Finalmente deciden seguirnos. Allá vamos Isra y yo, con arrojo, valientes por las calles de Marrakech después de los sustos y las sorpresas que nos ha dado el amanecer en esta ciudad. Vamos por unas vías que por momentos se antojaban tan inútiles en uso, como en estado por su 'ruinosidad'. El calor apremia y el color lechoso del cielo intimida. El desierto amenaza con el sabor seco del aire. Ya estamos sudando y comenzamos a impacientarnos después de caminar media hora sin saber dónde está nuestro siguiente destino. Tras cruzar una vía sin paso de peatones, sin semáforo y esquivando coches y motos, atravesamos la puerta. Llegamos a una plaza donde se agolpan un montón de personas. Todo es extraño. Seguimos caminando y al cabo de unos minutos un hombre llega a nuestra altura y con tono amenazante se dirige hacia mí: “Essaouira”. No le hago caso y espero a que lleguen los demás. Cuando Nes llega, cuestiono si ese edificio con aspecto de Recova vieja era la “Bus Estatión”. El hombre con tono de mal humor dice que sí. Nes habla de nuestro destino: Demnate o Agouti. Después de una conversación bastante incompatible e incomprensible, el hombre con aspecto de ladrón desalmado y desesperado nos guía hasta los andenes de la estación. Yo camino el último con miedo porque nos lleva por unos sitios solitarios, sin gente. No entiendo nada.
Entramos en los aparcamientos de los autobuses. El interior de la estación es de un aspecto absolutamente desolador. Si en las afueras todo era de un color triste y alejado de toda seguridad, la estación de autobuses nos sumió de repente en la cercanía al Tercer Mundo, a la aventura más absoluta. La podredumbre, suciedad, su lóbrego aspecto y el mal olor eran la antesala de la más absoluta de la desorganización. Los autobuses llegan y salen guiados por hombres tan desaliñados que bien podrían pasar por vagabundos en cualquier otra ciudad. Néstor y Ada negocian con el guía desalmado que nos había llevado hasta allí para que nos llevara a Azilal, en teoría, cerca de Agouti, nuestro punto para comenzar a caminar por el Alto Atlas. Sin datos oficiales, nos dicen que tenemos que recorrer casi 200 kilómetros. Azilal queda a unos 70 de Agouti, así que hasta el primer punto, en guagua, tenemos que recorrer la friolera de 130 kilómetros.
<SAMSUNG DIGITAL CAMERA> Por coger el autobús hasta Azilal nos estafan 80 Dirhams (unos 8 euros). Esperamos en la sucia acera. Tirados como colillas mientras contemplamos, ya atónitos, como el caos es dueño de aquel mini mundo dentro de otro mundo de degeneración constante. Pocos minutos más tarde, alguien grita: ¡¡Azilal!! Entonces un grupo de unas 20 personas somos conducidos como si fuéramos ganado fácil a las afueras de la estación. Los hombres con aspecto de vagabundos eran los dueños del cotarro. El desorden, los gritos, las órdenes para dejar paso, para impedir que entrásemos las mochilas al interior nos intimida. Expresan rostros amenazantes. Nes tiene un poema de incertidumbre en su rostro, Isra se borra. Yo… yo paralizado, boquiabierto ante la estricta y absurda disciplina de las leyes de la entropía.
Mercancía, eso somos aquí. Nos tratan con tal desdén que no lo puedo concebir. Entramos en el autobús acongojados, sudorosos y presos de un escepticismo nervioso y desconfiado. Estamos, ahora sí, viviendo una aventura en las puertas de África, en uno de los países supuestamente más europeizados del continente. La sensación en el interior del autobús es extraña, de ser algo inaudito, inconcebible. En estas primeras horas aquí, admiro mi valentía, mi arrojo en ocasiones, el hecho de no pensar en nada. Todo esto es una prueba constante en pos de algo. ¿De qué? ¿De cordura tal vez? ¿De realismo quizá? En este peligro constante que todos ignoran por completo.
El viaje en autobús se instala en la intrepidez de un conductor atrevido en exceso o quizá loco por los adelantamientos y la velocidad que nos remueve en el interior y que a mí me acojona por momentos. Me cuesta un mundo escribir con entereza. Pasamos los primeros núcleos poblacionales en las afueras de Marrakech como Tamellaret, El Atlaquia y Ouargui, en éste último sitio nos detuvimos durante media hora aproximadamente. Compramos algo de beber que no sirve para calmar nada porque el calor y la deshidratación, junto con la fatiga y el agotamiento, es algo insuperable. Al cabo de un par de horas llegamos a Azilal. Este pueblo es curioso. Nada más llegar observamos que hay niños con carritos de madera los cuáles utilizan para poner las maletas que están en el autobús. Al bajarme hace calor, pero sopla una brisa ligera y cálida. Hay unas nubes amenazantes.
Salimos de aquel simulacro de estación que en realidad es un descampado en las afueras del pueblo. A nosotros se unen Cristian y Alex, dos chicos alemanes de Munich que no tienen rumbo fijo y que se pegan a nosotros para compartir destino. Pero antes de todo ello, decidimos hacer una parada para comer. Entramos en una especie de tienda donde había enlatados, pan y otros productos. Como si fuera una especie de mini market. Compramos unos panes y atún con tomate con una Fanta de las de hace unos 20 años. Aquellos bocadillos nos supieron a gloria. Eran las tres y media de la tarde y era lo primero que comía desde la noche anterior. Esperamos media hora para hacer la digestión con tranquilidad y estar algo más relajados y entonces comenzó a llover de forma intermitente. Cuando salimos del mini market-restaurante, (ya que tenía mesas), el viento soplaba de forma violenta. Los rayos y los truenos me intimidaron. Al tiempo se produce una ambivalencia imposible entre calima, tormenta con lluvia y arena.
Cuando llegamos al lugar donde están los taxis, apenas a cinco minutos de donde comimos, hay gente, pero no hay nadie que nos ofrezca ni información, ni nada. No hay nadie en los taxis. No sabemos adónde acudir. La tormenta amaga con capear, pero no acaba de hacerlo. Se nos acerca entonces un tipo que nos pregunta a dónde vamos. Nes le dice que a Agouti. El señor, con aspecto de resabido y con capacidad para controlar la situación nos dice que ir hasta allí nos sale 50 Dirham cada uno, en total 300 Dirhams (30 Euros). Tenemos que recorrer 79 kilómetros que en principio no es mucho. Intentamos regatear, pero el hombre que habla entre inglés y español se niega en rotundo. Dice que el bus nos costará lo mismo y que no llegaría hasta el día siguiente. Lo dice como si el precio y el taxi fueran un favor hacia nosotros. Lo pensamos poco y aceptamos.
Pagamos por adelantado. El que nos cobra comienza a bromear. Buscar nuestra simpatía. Ahora cae un aguacero salvaje. Nos ocultamos bajo el techo de aquella estación de taxis. Todo está lleno de gente. Todas esas personas esperan a otras que fueran al mismo destino hasta completar seis personas, que son las que tienen que ir en un taxi para que éste acepte marchar. Es decir, me explico: no sale ningún taxi hasta que seis personas no vayan al mismo al mismo destino. Nosotros contamos con la presencia de Cristian y Alex, que junto con nosotros hacen seis personas, así que la fortuna está de nuestro lado. No tenemos que esperar… en principio.
Aún con todo, nos toca vivir una situación un tanto peculiar. El señor que nos cobra nos <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>dice que esperemos hasta que escampe porque la carretera está mal y se niega a llevarnos. De repente sale un señor mayor con muy mala leche. El que nos cobró, apenas cuando cesó un poco la lluvia nos dijo que ya nos toca irnos, pero de nuevo vuelve a caer el agua con fuerza y el que nos cobró abre la maleta del taxi. Nosotros tiramos las mochilas sin orden dentro de ella para cubrirnos de la lluvia en el WC que está en un pequeño cuarto al lado del automóvil. Ada entra al taxi, pero luego sale y se va junto con uno de los alemanes a tratar de ordenar las mochilas en la maleta del taxi.
De repente el que va a ser finalmente nuestro chófer –que aún no sabíamos que lo iba a ser-, comienza a gritar a Ada porque ella y los alemanes están forzando la puerta de la maleta del coche para cerrarla con suma brusquedad con el fin de regresar de nuevo al taxi y no mojarse. El chofer va hasta allí y la cierra. Acto seguido todos montamos en el taxi. Nes y yo delante, Isra, Ada y los alemanes atrás. Por ese entonces todas las personas de la estación nos miran incrédulos. Éramos el centro de atención y la situación se tornaba  en ridícula, en tanto en cuanto Isra comienza a hacer payasadas mientras Ness hace un vídeo y nuestro chófer entra en el taxi abochornado. Imagino que todos pensarían que dentro de ese taxi había una señora locura.
La lluvia no escampa pero ya estábamos en marcha, aunque primero nos detenemos para poner gasolina con la duda de saber si tendremos o no que pagar la gasolina, cosa que finalmente no se produce. Nuestro chófer no habla ni jota de inglés, ni español, sólo francés, berebere y árabe. Sólo Nes y yo nos defendemos un poco, pero lo cierto es que el conductor nos impone un poco debido al grito que le dio a Ada y a su  rictus de tipo duro y bruto. En pocos minutos nos damos cuenta de que la carretera será un zigzagueante camino de montaña. Nos percatamos de que la carretera es sumamente estrecha, pues no pasa más de un coche. El chófer enseguida, en las rectas va a toda velocidad sin importar baches o coches que vengan. Los coches que va de frente sólo en el último segundo se apartan. Tengo miedo. En esas, Nes y yo aprovechamos para entablar alguna clase de conversación con el chófer. “Tre bien”, le digo yo en alusión a su coche. Nes le dice que nuestros antepasados son también bereberes. Tiempo después nuestro chófer particular nos revela que la lluvia hace descender la temperatura: “Tombe la temperature”. A ratos hablábamos con un francés cuestionable. Pero poco a poco aquel conductor se va ganando nuestra confianza. Cuando llevábamos más de media hora de camino nos presentamos. Él se llama Mohamed y yo les dije todos nuestros nombres: “Je mapelle William, Je suis Néstor, la feme Ada…. Con más de una hora de trayecto, vemos que el precio del taxi es demasiado barato para la distancia y el tiempo que en verdad estábamos recorriendo, pues el trayecto era interminable. La carretera está en un estado deplorable, con cursos de agua, partes de tierra, atravesando montañas, valles, era toda una aventura que no teníamos prevista.
Mohamed nos cuenta en francés que ha estado en el Sáhara Occidental trabajando de joven y haciendo además el servicio militar. Nosotros le contamos que procedemos de Canarias. Nos tiene conquistado con su buena intención. Le decimos que estamos más cerca de África que de España, que tenemos un volcán de 3.718 metros y él nos dice que en Marruecos está el Toubkal con más de 4.000 metros. Es, sin lugar a dudas, una especie de simbiosis casi perfecta. Pero la carretera y la forma de conducir de Mohamed nos hace darnos cuenta que en verdad ese trayecto es un privilegio por los paisajes, por la vivencia, por estar donde estamos y con quien estamos.
Al cabo de hora y media Mohamed se detiene. Le vemos sacar una especie de esterilla, la cual desenrolla, se arrodilla en el <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>arcén y comienza a rezar. Luego nos trae unos vasos de té con galletas. Ese té fue, con mucho, el mejor que nunca en mi vida he probado. Luego nos sacamos fotos con él. Nos dio su dirección y nosotros le dijimos que se la enviaríamos. Decidimos recompensar de forma extra a Mohamed con 40 Dirhams (4 Euros). Pero cuando estamos a poco de llegar a Agouti, otro hombre lo detiene. Nos cambiamos de taxi. Mohamed nos abandona. El otro taxista le paga 100 Dirhams (unos 10 Euros) a Mohamed para llevarnos hasta nuestro destino final. Este nuevo chófer es más rústico y desde luego que todo un personaje. Cuando nos montamos en el coche, abre el capó y le pone una botella de agua a su taxi. Luego se monta de forma brusca y comienza a hablar en un idioma ininteligible.
Al parecer, según pudo inferir Néstor, ese taxista convenció a Mohamed para llevarnos hasta el lugar donde nos quedaríamos. El nuevo taxista nos dijo que dijéramos que habíamos ido con él desde Azilal porque de esa forma tendría un trato con el dueño del Git T’etape (un Git T’etape es una casa familiar que hace de pensión en núcleos rurales y alejados de las grandes urbes) para llevarles clientes porque trabajaría a comisión. Porque ese nuevo taxista, de nombre Alí, no vio un duro de nosotros, pero Nestor supuso que sí recibiría algo del dueño del sitio donde nos quedaríamos. Tardamos poco más de media hora y llegamos, no sin antes alucinar con el paisaje. Néstor se burla de Alí, que es un personaje caricaturesco. Llegamos a nuestro destino idílico. Henchidos de satisfacción tras ocho horas de viaje. Nada más bajarnos del taxi, comenzamos a negociar el precio de nuestra estancia con el dueño del Git T’etape. Primero dice 150 Dirhams por persona (15 Euros). Intentamos regatear. Parecía que no lo conseguiríamos, pero finalmente el dueño baja el precio a 100 Dirhams (10 Euros), cada uno.
Al pensar un poco en todo, y ver el paisaje del Alto Atlas que se muestra desnudo ante mí, <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>siento el deseo de quedarme en Agouti. En este enclave escondido, no hallado en mitad de las montañas. Esta noche hemos decidido quedarnos un día más en Agouti y así descansar y disfrutar del paisaje. Cenamos una sopa-crema y algo llamado tajine, a base de verduras. ¿Quién me iba a decir que tendría tanta hambre que acabaría queriendo comer verduras?. Escruto cada pequeño e imperceptible detalle desde las ventanas. Aquí, en Agouti, me siento abrumado de tanta beldad. En los próximos días quiero encontrar algo en mi mismo que me ayude a ser paciente y no ahogarme en el mar de la desesperación de la espera incompetente.
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5 de mayo de 2011

Allá, en la letanía, África

                   
Me da asco y vergüenza escribir esto, pero he de hacerlo porque mi cabeza, mis dedos no pueden permanecer exánimes ante cosas que muchos saben, pero todos ignoran. Sí, reconozco que es pura demagogia barata lo que voy a exponer. Cosas que no podrán ser publicadas nunca jamás en ningún lugar porque valor, no tiene ninguno.

¿Qué somos todos nosotros, tontos ilusos del mundo desarrollado frente a quienes mueren cada día por nada? Nuestra vida significa algo para nosotros, puede que con mucha suerte, para algunas otras personas. Más, ¿Qué hay de esos sitios donde una persona no cuenta nada en absoluto? Lugares como África, donde en más de un siglo han muerto millones incontables de personas por viles motivos.

La Semana Santa del pasado año me pasé días enteros haciendo una pequeña investigación cuantitativa y un poco cualitativa también sobre los conflictos de África, de todos los países de ese maravilloso continente. El resultado es atroz. Es cruel. Perdí la cuenta a media tarde de todos los golpes de estados y militares que se habían dado. Las fechas se atropellaban unas a otras. Las guerras eran como el pan nuestro de cada día en muchos países. Las excusas, tontas como el mismo ser humano que intentó explotar los recursos naturales del país de turno (oro, diamantes, cacao, petróleo…).

Tal vez fueran sólo números y datos, nombres de personas al azar como Méles Zenawi, Yahya Jammeh, Jerry Rawlings o Ibrahim Baré Mainassara por nombrar sólo unos pocos, pero sólo eran los que ocupaban el lugar de turno en la máxima y asquerosa degeneración del ser humano. Los que estaban abajo sufrieron lo que yo jamás podré nunca alcanzar a imaginar.

No puedo hacer nada. Absolutamente nada. Sólo puedo escribir al vacío, aportar datos como geógrafo y conocer, empaparme de la historia de África, de las cosas que han sucedido. Hacer mapas de cada uno de los conflictos que han azotado al continente a lo largo del siglo XX. Que no se me escape ni un solo detalle. Poder saber con certeza milimétrica todas las atrocidades que se han cometido. De las más generales a las más diminutas. Luego, escribirlo, dibujarlo, darlo a conocer a mis allegados, gritarlo, azorándome mientras me pregunto ¿Qué coño ocurre con nosotros, los seres humanos?

¡¡Aún puedo hacer algo!! Puedo escribir, escribir y seguir escribiendo, pensando en qué tipos de problemas han sido, por qué surgieron y qué telón de fondo tienen para que no se sigan repitiendo (porque como un ciclo, muchos se repiten). Y puedo hacer más, puedo intentar esgrimir teorías, muchas estúpidas alguna seguro que es buena para lograr una explicación que explique lo sucedido y que aporte una solución a algún conflicto de mi amada África. Busco soluciones formulando alguna teoría por loca y absurda que parezca. Solución que seguro que nadie escuchará, que no servirá para salvar una vida, ni tan siquiera para redimir mi culpa por estar en este mundo y ser un auténtico privilegiado que no se preocupa de los problemas que realmente importan (pobreza, hambruna, guerras, muertes…).

Soy casi geógrafo, y sólo puedo conocer, analizar y si acaso escribir. Si fuera periodista, como lo fui en su momento, a lo único que podría alcanzar sería a tener una conversación con algún compañero y quejarnos, tratar de resolver el mundo con ambigüedad, demagogia barata y al final volvería a escribir de problemas que sólo importan a unos pocos, que no se pueden solucionar, como tampoco habré podido solucionar ni uno sólo conflicto de África, ni de la otra vuelta de la esquina.
En su momento, un amigo que había estado en Marruecos me enseñó fotos de su estancia allí, de sus andaduras por el Atlas y quedé sumergido en una honda desesperación. No he vivido una mierda de nada. Pero es que si tuviera oportunidad, sabría que mi vida en África duraría tanto como un suspiro en el viento, o una vida humana en la edad geológica de la Tierra. Nada.

Si estuviera, por ejemplo en la República Democrática del Congo (el nombre de un país nunca resultó ser un disfraz más irónico) allí moriría en dos segundos. Lo haría por los ojos al ver las atrocidades que he visto, leído o me han contado. Moriría moralmente por saberme incapaz de solucionar absolutamente nada. Moriría mi alma por semejantes atrocidades, y desde luego que en no demasiado tiempo, probablemente moriría de un balazo y toda mi vida habrá estado igualada con la de miles de millones de africanos que no tuvieron ni la posibilidad de darse cuenta de cómo era este mundo. Y tal vez en mi último hálito de vida llegara a pensar que la balanza de mi propia ética, ya estaría igualada a la de las personas que viven la vida de verdad. Porque hay más seres humanos en esa parte del planeta, que aquí donde estamos. Así que nadie venga a decirme que esto también es vida real, porque lo que somos es una partida de aburguesados (entre los que me incluyo, obviamente).

Qué poco significamos en el ámbito del universo, de La Tierra, de un continente, de un país, de una región, incluso dentro de una tribu. En África cualquier motivo es bueno para morir. Una vida vale tanto como la nada. Y yo lo único que puedo hacer es conocer historias que cuenten cómo las trivialidades del mundo desarrollado intentan convertir un continente hermoso, en la mayor prostituta de lo conocido. Y yo sólo puedo escribir, mientras mi ánima languidece en un réquiem rabioso, tormentoso, contumaz, inefable por el vacío que se siente al estar leyendo durante más de doce horas las cientos de atrocidades que se han cometido en el continente de forma más hermosa.

Pero puedo hacer algo más, sí algo más. Dar a conocer el alcance de mis resultados, que no son nada en comparación con la luz aportada por muchos otros seres mejores y más obstinados que yo. Conocer datos como el siguiente que no es ni tan siquiera nuevo ni relevante, pero es un ejemplo. El primero, en la guerra Eritreo-Etíope, la ONU los desarmó para que dejasen de luchar, y ambos países sacaron de sus estantes arsenales de los años 60 que les había procurado la Unión Soviética para seguir combatiendo. En esta misma guerra, la participación rusa acabó con la vida de 100.000 en un bombardeo a Asmara (capital de Eritrea). Otro ejemplo mucho más de andar por casa: A mí no me gusta el teléfono móvil. Nunca me ha gustado. Pero desde luego que hoy tengo un motivo más que de sobra para odiarlo, tanto al mío, como al de todos los demás. Al Este de la República Democrática del Congo se ha estado desarrollando la llamada “Guerra del Coltán” o la “Gran Guerra de África”, un conflicto en el que se han visto envueltas pobres países como Uganda o Ruanda, entre otros en busca de dos minerales, la Columbita y la Tantalita (Coltán). El 80% de la producción mundial de esos minerales está al Este de la RD Congo y por controlar ese yacimiento están no sólo estos tres países, sino potencias como Estados Unidos, China o muchos de los de Europa, que financian las guerras interinas, avalan y patrocinan matanzas de una crueldad absurda para poder hacerse con un buen saco de ese mineral que sirve para hacer los teléfonos móviles que tú, yo, y todos en este pequeño rincón del planeta utilizamos. Miles de personas han muerto desde 1998 y nosotros estamos aquí, sin saber ni tan siquiera qué pinta tienen los hombres, mujeres y niños que mueren atrozmente mutilados para que podamos tener una vida más cómoda. Vida cómoda que yo no pedí. Pobre vida que ellos no han podido elegir, sino que aguantar.

Podría seguir con decenas y decenas de ejemplos… La vida es un asco. Hablé con un amigo entonces y lo supe. Otro compañero al hablar de estos asuntos me lo confirmó con información oculta sobre las donaciones a Haití. Yo, hoy, estoy sólo conociendo la triste historia de las guerras y conflictos en África… y sólo de forma somera. Pero no tengo miedo a seguir investigando, a encontrarme con un número ingente de muertos, con fotos, Films o datos que hagan purgar mi alma al más profundo averno. Mi infierno será benditos cielos en comparación de las personas que no han podido siquiera esbozar un sentimiento grandioso que les hicieran albergar fe y esperanza. Y necesito conocer, saber y ¡¡maldita sea!! aunque sea poder escribir y pensar en soluciones coherentes… o al menos gritar por ellos en un palabra que cubra todo el vacío que les cubre por la ignorancia a este bellísimo continente.
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4 de mayo de 2011

Trabajo: Erupciones hidromagmáticas surtseyanas

Expongo aquí otro trabajo de una estudiante de Geografía, esta vez se trata de un trabajo sobre las Erupciones Hidromagmáticas Surtseyanas, hecho en enero de 2011 para la asignatura Geomorfología Volcánica de 4º de Geografía hecho por Carolina González Cabrera, que obtuvo la máxima nota. He de agradecer su predisposición y permiso para publicar su trabajo. Complicado trabajo, por otra parte debido a las escasas fuentes habidas y no me cabe duda de que se esmeró muchísimo para obtener una nota muy merecida y dar a conocer algo que casi nadie conoce y que, gracias a ellas, todos pudimos aprender un poco más sobre las erupciones hidromagmáticas. Su presentación además, dejó satisfechos a profesora y alumnos. Dicho lo cual, agradezco muy mucho a Carolina por alimentar este blog y espero que muchos aprendan y se gusten de aprender algo más de geomorfología volcánica con este trabajo.



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