13 de mayo de 2011

Bitácora del viaje a Marruecos – II Parte

Segunda parte del serial sobre mi viaje a Marruecos en verano pasado. 

DÍA 2                                                                           Domingo, 8 de agosto de 2010
Agouti
El segundo día nos levantamos a las ocho de <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>la mañana (siete hora local). Desayunamos y después de un rato, nos pusimos las cholas y nos fuimos camino a Tabant. Tabant es otro pueblo que se encuentra ascendiendo por la carretera. Según las indicaciones que teníamos, no deberíamos tardar sino poco más de una hora desde Agouti. Fuimos muy poco a poco, sacando fotos, viendo los impresionantes pliegues de las rocas, las casas de adobe, los coches repletos de gentes y sobre todo las plantas, los cultivos, en definitiva, y en conjunto, el paisaje.
El valle estaba repleto de frutales tales como ciruelas, melocotones, almendros, nogales y manzanos. Fueron los nogales y sobre todo los manzanos lo que más nos impresionaron por su número, en gran cantidad. Había incluso más de una variedad de manzanas. Los nogales eran enormes, sobre todo cerca de Agouti. Eso en el valle, en cuanto a las montañas lo que encontramos fueron pinos, cedros y vegetación más rastrera. En general era un paisaje agrario y no demasiado antropizados porque las casas de adobe se mimetizaban con el paisaje, pues era del mismo color de la tierra. Muchas, eso sí, estaban en un pésimo estado, incluso sin techo. Cerca de Tabant, sobre todo encontramos animales de provecho ganadero, rebaños de ovejas, pocas cabras, algo más de vacas y alguna ave de corral.
Observé que eran las mujeres las que más se afanaban en el trabajo. Eran las que lavaban, las que daban de comer a los animales, incluso gobernaban las ovejas y los rebaños que tenían dentro de la casa. Las mujeres cargaban en ocasiones más que los mismos burros, éstos últimos, auténticos protagonistas del bucólico paisaje de la montaña marroquí. Lo habitual era encontrar hombres y niños con burros cargados, trasladando mercancía. Algún contraste sorprendente fue ver a un hombre montado en burro hablando por el teléfono móvil. Sí, porque hasta ahora no he encontrado un lugar donde no haya cobertura.
Me han sorprendido las buenas comunicaciones que existen en ese aspecto. Los hombres eran los menos activos. Es <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>habitual encontrarlos sin hacer nada o sencillamente mirando, mientras que las niñas desde muy pequeñas ayudaban a lavar las alfombras a las mujeres, y los varones jugaban o no hacían mucho. Los niños, en general, aquí en Agouti, caminan y corretean con una libertad inusitada. Nos conquistaron los niños que nos saludaban, se nos quedaban mirando e incluso sin que les dijéramos nada nos saludaban. Encontramos a un grupo de niños jugando con ruedas de bicicletas como si nos hubiéramos trasladado unos 60 años atrás. Los juegos eran básicos, pero se les veían felices y henchidos de satisfacción.
A medida que remontábamos el valle, los nogales, los manzanos y frutales perdían presencia en detrimento de más cereal, que coincidía con un alejamiento o disminución del caudal del río. Caminamos durante tres horas y al llegar a un cartel creímos, durante mucho tiempo, que habíamos caminado más de la cuenta y que habíamos pasado Tabant sin darnos cuenta. Por la tarde-noche, Cristian y Alex, que nos sobrepasaron caminando a toda velocidad nos dijeron que Tabant estaba en aquel cruce hasta donde llegamos a unos diez minutos. Nosotros estuvimos convencidos de que ya habíamos estado, pero no llegamos. Tuvimos que comernos los medios panes con atún en tomate que nos sobró del día anterior con las manos, en mi caso, rebañando con los dedos la lata de atún. Gracias a ello no nos morimos de hambre por el camino. Llegamos al Git T’etape sobre las tres de la tarde y descansamos en la sala de comer.
Al llegar al Git, no pude evitar pensar en lo presenciado, principalmente el papel que ocupa la mujer en este espacio. Creo que es <SAMSUNG DIGITAL CAMERA>algo indigno, algo marginatorio, injusto e irrespetuoso. Es propio de una sociedad atrasada, estancada. Me he indignado mucho al ver a una mujer de lejos cargada con tanta paja, que estaba completamente doblada del esfuerzo. Parecía más un burro que una persona. Eso me enervó. La mujer es una esclava en la sociedad marroquí. Un cero a la izquierda, y los hombres, mientras, asumen un rol liberado de toda responsabilidad. Hay excepciones, claro, pero lo que he visto sobre todo ha sido eso y no puedo por más que tachar semejante cosa. No es una novedad, no obstante. Sabía dónde me metía al venir acá, pero no puedo evitar sorprenderme un poco al verlo in situ.
Viendo las montañas, los pliegues y la geografía, queriendo estar aquí como presumía, un mes entero, mi naturaleza me llama. Ello me perturba absolutamente. Quizá estas palabras cobren un sentido baldío. Ni las montañas más altas, ni los mayores peligros, ni la miseria, ni lo inimaginablemente carismático y didáctico valen nada, ni ayudaría nada si yo no estoy bien. Y esta tarde, todo el día me sentí mal. Ridículo. Sin remedio. Y fue entonces cuando el maravilloso y grandioso Atlas marroquí, se convirtió ante mis ojos en una calle cualquiera y perdió todo su interés.

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