23 de mayo de 2011

Bitácora del viaje a Marruecos – V Parte

Quinta parte del serial sobre mi viaje a Marruecos en verano pasado. 

DÍA 5                                                                     Miércoles, 1a de agosto de 2010
Amezrit-Imi N’Ikkis-Ichbakenne-Ain Ali N’to
Con una cena de cuestionable cantidad y calidad, que ni tan siquiera fue servida con Valle del Tessaout4agua, así como una noche en la que por tercera vez apenas pude dormir, pusimos el despertar a las 7 de la mañana (6 hora local). Sin embargo no nos levantamos hasta unos 40 minutos más tarde porque estábamos casi yertos en la cama. Nos preparamos y tuvimos que esperar el desayuno que consistió en un par de trozos de pan del día anterior con un poco menos de miel. Fue una miseria, pero fue más por la escasa calidad del Git T’etape, que en teoría era de segunda categoría (los mejores son de primera categoría). Como no pudimos conseguir nada más que las sardinas, aprovechamos para robar un par de trozos de pan para el almuerzo, que no vendría mal habida cuenta del hambre que, por lo menos yo, estaba pasando.
Nos pusimos en marcha con la intención de llegar a Megdaz. El camino era más sencillo que el del día anterior, también más anodino. Al principio del día estuve hablando con Isra sobre este viaje. Le decía que seguía sin ilusión pese a estar aquí, porque a pesar de vivir experiencias y aventuras y poder decir: “He viajado y estado en Marruecos”, le decía que era como construir una casa por el tejado, ya que faltaba el suelo y los pilares. Me faltaba algo. También le comenté algo relacionado con este país, que socio culturalmente Marruecos era diferente y que tal vez querría romper con el ambiente que habitualmente tengo en Tenerife y quedarme en este país. Sin embargo, debía tener claro que si hacía eso sólo se trataría de una huída, pues aquí también hay gente atrapada en una sociedad y una cultura diferente y que en muchos casos querrían ellos entrar en nuestro modo de vida. Pero sí, es cierto que querría conocer de primera mano otras culturas y que quería entrar en ese juego. Me planteé entonces la certeza de querer seguir viajando a otros países minoritarios, para conocer otras culturas, otras realidades que no se venden en una agencia o guía de viajes.
Más o menos a medida mañana me dio un vahído, un mareo que me hizo poner la rodilla en tierra. Literalmente me tiró en el suelo. Sólo llevaba litro y medio de agua prácticamente caliente. No había desayunado apenas y como dije, la cena había sido pírrica. Las fuerzas eran escasas y este quinto día por primera vez en la montaña se sentía calor. Al cabo de una hora nos sentamos en una anastomosis del río a descansar. Por esas entonces yo ya iba de nuevo rezagado debido al vahído del que sólo supo Israel y al ritmo normalmente rápido que imprimían Néstor y Ada. Al pararnos cerca del río, en un par de minutos llegaron como unos siete niños que no paraban de decir y repetir “Amsho, amcho”. Néstor sacó los creyones para repartirlos y todos fueron a por él como moscas, levantando las manos y repitiendo con desesperación lo mismo: amsho, amcho. La imagen era desesperada viendo aquellos pedigüeños niños.
Isra le dio a una niña una caja de colores ‘destrangis’ y yo repartí las pocas golosinas que me quedaban. Más, yo no iba a permitir que me invadieran y acosaran desesperadamente como a Néstor y les hice señas para que es pusieran en orden. A cada uno le fui dando golosinas y cuando sólo me quedaba una pastilla de goma, todos vinieron a por mi desesperadamente. Entonces una de las niñas, la única que no se abalanzó por mí, me la pidió por ser la única que le estaba haciendo caso. Y eso mismo hice. Le di la última pastilla a ella porque fue la que mejor se portó. Realmente aquella niña era con mucho la más inteligente de ellos. Se notaba en que algunas cosas que le decíamos las entendía, era obediente y hasta nos presentó a todos sus amigos en francés. Eran buenos niños, no pedían dinero, se conformaban con cualquier cosa, con jugar, con hablar, con hacernos compañía. Eran humildes y claramente pobres.
Continuamos en dirección a Imi N’Ikkis primero y hacia Ichbakenne después. Sólo vimos dos pueblos y no tuvimos claro qué Algún lugar entre Amezrit y Ain Ali N'tositios eran. Al llegar allí nos invadieron los niños que no hacían más que repetir lo mismo: amshó, amchó. Estábamos agobiados ante tal avalancha de niños, pero no teníamos nada para darles y lejos de resultar de ayuda, acabaron por ser un mal que no pudimos evitar. Nos gritaban, no nos respetaba y hasta confundían nuestros pasos, ya que al preguntarles por Ichbakenne, nos señalaban primero una dirección, y luego otra. Entre ellos se contradecían las direcciones que había que tomar y en particular yo, me volví loco. Me desesperaron. No resultó agradable. Al llegar al primer pueblo, cuando salimos de él, perdimos el camino verdadero y a partir de entonces no tuvimos más remedios que caminar por el lecho del río que pese a ser agosto, llevaba cierto caudal.
Vadeamos el río tantas veces que perdí la cuenta. Me vino a la cabeza el éxito de Tam Tam Go “Voy cruzando el río”, el cual canté como banda sonora de ese día. Enseguida me volví a mojar las botas y los calcetines. Así Boullil - diferencias sociales niño-niñafue todo el día, cuando se me secaban un poco, se volvían a mojar por el río, así que tuve que caminar con los pies mojados. Pero no sólo fue el agua, ya que también se unieron las trampas de barro que nos sorprendieron. El barro nos hundía los pies de forma desesperada y yo, en particular, acabé con todas las botas repletas de barro. Por momentos pensaba que se me iba a hundir el pie hasta las rodillas. Fue agobiante. No era ni la una del mediodía y yo estaba ya sin agua para beber, con hambre, llagas, mojado, lleno de barro, además de con muchísimo cansancio acumulado, tanto físico, como mental. Paramos para comer, pero no teníamos apenas agua, así que tuvimos que buscar en una fuente, una de las pocas que vimos. Fue algo salvador porque particularmente yo estaba muy deshidratado. Isra, Nes y yo subimos unos derrubios para llegar hasta la fuente que tenía agua fría.
Le pusimos unas pastillas para filtrar el agua y pudimos comer con líquido elemento. Sin embargo no podíamos tener toda la que hubiésemos querido, pues sólo teníamos una botella cada uno y subir hasta la fuente, con las fuerzas justas se hacía muy agotador. El día, como dije, era aburrido, pero para Ada acabaría siendo espantoso porque después de comer le entró un extraño bajón, una fatiga y escalofríos que la dejó literalmente acostada en el sitio. No se podía apenas ni mover, ni dar un paso. Tenía debilidad de piernas. Dijo que no podía caminar más, que sólo se iría en burro hasta el Git T’etape de Ain Ali N’to. La diosa fortuna quiso que unos minutos después pasara justo por allí un hombre con su hijo y su mujer montados en dos burros. Ada y Nes negociaron para que la llevaran a ella hasta el Git T’etape de Ain Ali Nto y el hombre aceptó a cambio de 200 Dirhams (unos 20 euros). Ada se montó en el burro y con ella, su mochila y la de Néstor que hacía de contrapeso en el burro.
Camino a Tabant Por la noche, en el Git T’etape de Ain Ali N’to, Ada me aseguró que una señora en Imi N’Ikkis le había echado mal de ojos cuando, durante el acoso de los niños, uno de ellos le había pedido dinero y ella se había negado. El caso es que Ada se fue, Nes quedó más tranquilo. Isra fue a buscar un poco más de agua de la fuente para él y Néstor. Después seguimos el camino que, supuestamente debía haber sido de cuatro horas hasta Ain Ali N’to. Néstor iba sin mochila, pero se ofreció a cargar la mía y la de Isra cada media hora. Cuál fue nuestra sorpresa cuando al cabo de hora y media llegamos al Git T’etape de Ait Ali N’to, justamente cuando volvía a quedarme rezagado y a estar con los pies empapados pero paradójicamente deshidratado. Ada estaba en el Git, pero acababa de llegar porque el burro tardó casi lo mismo que nosotros, ya que se paraba a cada rato.
Cuando llegamos, Ada no estaba mucho mejor. De hecho, hasta la noche no volvió a sentirse un poco mejor, así que nuestro punto final del día fue Ain Ali N’to. Tendríamos que dejar Megdaz para el día siguiente. En el Git T’etape conocimos unos niños: Houda de 11 años, Bouchra de 12 años, Nawal de quince y un pequeño de poco más de un año. Al rato llegó Imad, de 16 años y Mohamed, un joven que sobrepasaba la veintena. Imad era hermano de Houda. No sólo eran buenos niños, sino que también eran educados, iban bien vestidos, desde luego se notaba que eran los más afortunados de todos cuantos nos encontramos en Marruecos. Eran inquietos, enseguida Ada, Nes y yo nos entendimos con todos ellos. Nawal, que sabía árabe, francés y berebere, nos escribió nuestros nombres en árabe y berebere. Cuando Nes e Isra se fueron al río, llegó Imad, un chico encantador con el que hablamos mucho tiempo de cosas sin mayor importancia. Que si estaba en el colegio, que le gustaba más vivir en Marrakech, donde estudiaba, porque además allí tenía amigos. Seguimos hablando con Nawal en francés y con Imad en inglés. Lo cierto es que fue muy familiar. De noche comimos cous cous, el mejor de todos cuanto comimos esos días. El dueño nos cobró 100 Dirhams a cada uno por todo, lo cual valía la pena, pues todo estaba limpio e incluía hasta la ducha. Yo, después de más de cinco días, pude ducharme, aunque sin jabón y con agua fría. Como dije, el día fue un poco aburrido. Además de maratoniano, ya que tardamos unas ocho horas en llegar, y ni tan siquiera alcanzamos nuestro objetivo final, Megdaz debido al malestar de Ada.

1 comentario:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.