3 de octubre de 2012

Democracia 2.0


 Estamos en un punto de inflexión. El que tenga esa duda, el que no lo vea, es que no lee lo que ha de leer o quiere torcer la vista hacia otras cuestiones. Los acontecimientos de los últimos días, desde la manifestación del 25 de septiembre, hasta las otras dos en los siguientes días, junto a las declaraciones del presidente electo loando a la mayoría silenciosa que no se manifiesta; y tras un fin de semana algo raro, este comienzo de semana está siendo un hervidero de declaraciones de todo tipo que no hacen sino alentar el pesimismo y la afirmación de que estamos en un momento culmen en la democracia de esta nación donde residimos.

Esta semana he leído varios artículos de los periódicos más importantes de España, algunos, como siempre, opacos o menospreciando la situación, dando más importancias a cuestiones baladíes.

Hablar de forma negativa de los derechos que nos da la Constitución por parte de la delegada del Gobierno no hace más que reforzar la teoría de un momento especial desde que comenzara la crisis hace ya un lustro. Esta insalvable, inagotable crisis está dejando un reguero de cinismo y sobre todo una pujanza de la oligarquía política que se jacta de sus ideologías, no tan afanadas como Aznar, más silenciosas, pero igual de peligrosas. Porque es peligroso incitar a un posible cambio en la Constitución aunque sea por medio de una Ley Orgánica para impedir al pueblo manifestar su opinión en la calle. Esto me hace pensar en multitud de leyes que están jalonando, no sólo en España, sino en otros países del mundo, donde la ridiculez de algunas leyes llega a lo burdo, absurdo, ridículo y todos los sinónimos que se quieran. Pero es importante lo que declaró Cristina Cifuentes el martes 2 de octubre. Sienta un precedente peligroso.

La pasada semana la presidenta de la Comunidad de Madrid dijo que habían demasiadas manifestaciones –es la voz de un pueblo, y la voz nunca es demasiada-, a lo que la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes dijo horas después algo así como ‘así es la ley’, para luego dejar la machada de que la ley “es muy permisiva y amplia” con los derechos a manifestación y reunión. Me parece tremendamente peligroso sólo el hecho de mencionarlo. Peor y más atemorizador es incluso elucubrar un plan de modulación de la ley para “racionalizar el uso del espacio público”. Es peligroso aunque lo haya disfrazado por Ley Orgánica y no como un cambio de la Constitución. Todos sabemos que lo que subyace de ahí es la prohibición de manifestaciones en contra del gobierno y sobre todo legitimar toda acción exagerada de las fuerzas de seguridad del Estado.

Según revelaba Radio Nacional de España, en lo que va de 2012 ha habido entre 2.200 y 2.700 manifestaciones. Claro que, Ana Botella lo circunscribió a un problema de operatividad de la ciudad de Madrid, pero no hay que engañarse. Abramos los ojos y veamos que este gobierno, el que la mayoría votó, está buscando el método para silenciar a la minoría, o a la mayoría que perdió, o en general a todos, incluso los que les votaron y están disconformes porque se sienten engañados. Eso ocurre con el fascismo y la oligarquía, quieren tener todo el poder, corromperse, degenerar, especular con sólo un propósito: ganar.

Lleva hablándose de la Constitución cierto tiempo y en cuestiones puntuales. Recuerdo que intentaron tocarla para permitir que una mujer fuera monarca. Estos días he leído otros artículos en los que se intentaba precursar una modificación de la Constitución para convertir España en un Estado federal, puesto que el Partido Socialista y otros grupos afines ven que las Comunidades Autónomas tienen excesivas competencias que hacen que el poder no esté centralizado o esté más difuminado.

Días más tarde, casualidad o no, otros políticos vuelven a hablar indirectamente de la Constitución. Es, probablemente, lo más sagrado que tenemos las personas de a pie, la que nos da derechos, privilegios, la que nos hace iguales frente a la ley –al menos eso dice-. Tocar o hablar siquiera de modificar bajo Ley Orgánica el derecho a reunión y manifestación es un claro delito contra la libertad de expresión, algo que viola la libertad, es anticonstitucional, vil y cruel en este estado bélico-económico que atravesamos.

Pero ahora se está utilizando otra estrategia, una que es además peligrosa como es el hecho de difamar, de hacer culpables a quienes no lo son. No voy a defender a la minoría de la minoría que acaba a golpes con la policía. Porque las decenas de miles de personas que se manifestaron no sólo en Madrid, sino en el resto del territorio desde el 25 de septiembre, sí intentaban dar un golpe de Estado, pero lo hacían con un no a la violencia –exceptuando a los bárbaros ya mencionados que no representan a nadie-; lo hacían sentados, o cogidos de la mano, abrazando el Parlamento. Los oligárquicos de la política patria tienen miedo porque se les está yendo de las manos. Sus figuras ya no son inviolables. Hasta alguien de derechas tiene reservas hacia las acciones del Gobierno. El hecho de comparar la manifestación con un golpe de Estado, aunque exagerado y hasta  exacerbado, no deja de ser en parte cierto, pero no es algo malo…al menos no es malo para la mayoría silente que no puede salir a la calle por motivos varios. Creo que hacen faltan más manifestaciones, hacen faltan más actos como el del Parlamento, hace falta que los políticos pasen miedo, da igual que sea de derechas o izquierda, que cobre seis mil euros o no cobre nada. La clase política ha de asumir las consecuencias de sus actos. A todas estas, hubo dos parlamentarios, uno del PP y otro del PSOE que afirmaban que la clase política son los ciudadanos. Es falso y es una manipulación de la información, ya que hay muchos políticos que acceden a través de contactos, de enchufes o por medios bastante oscuros. Otros no, pero meterse dentro de la política tiene sus consecuencias y en una etapa en donde no gobierna un partido o una ideología, sino aquello que se han empeñado a llamar la troika, ese triunvirato formado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, se exige rebeldía y mirar otros ejemplos, el primero: Islandia.

Como decía al inicio, estamos en una etapa importantísima, donde bajar la cabeza, agacharse y trabajar más no implica tener menos problemas, significa estar sometido a una dictadura democrática, una dictadura que no mata, que no es despótica, es una dictadura de buenas formas y malos modos, una dictadura disfrazada de cinismo oligárquico. Puede ser dictadura y democrática al mismo tiempo. De hecho lo es porque aunque el actual gobierno fue elegido por la mayoría, éstos a su vez, optaron por elegir como soberano a la troika y, por ende, han promovido que la dictadura del capital sea la que ‘gobierne’ nuestros actos. Y el Gobierno títere de esa troika no quiere permitir que nadie se salga del tiesto, ya que una masa enfurecida no es el mejor escaparate financiero. Hay que procurar que la dictadura sea efectiva con el que está trabajando para pagar la hipoteca o incluso, el que trabaja simplemente por alimentos y no acabar en la miseria.

Demonizar, criminalizar, estereotipar a los manifestantes pacíficos es una forma de manipulación del Gobierno. Es un ejemplo de vanidad, de mirarse a un espejo y verse a si mismo. Es el egocentrismo oligárquico en su máxima expresión. Esta es la etapa que estamos pasando. La cosa seguirá empeorando mientras a los iluminados de turno se les ocurre que una manifestación en contra de los recortes y del Gobierno, en vez de ser causa de escucha, sea un quebranto de las leyes públicas, de movilidad y demás. Pasan por alto que esos problemas de movilidad, en algunos casos han tenido que ver con huelgas.

Por último, el presidente alabó a la mayoría silenciosa que no se manifiesta. Sin saberlo entonces, ahora sé que es un guiño al expresidente estadounidense Richard Nixon, quien llegó al poder poco después del asesinato de JFK por no querer entrar en guerra en Asia. Posteriormente se produjeron un buen montón de manifestaciones en contra de la guerra y Nixon alabó a la mayoría que no se manifestaba y que, en teoría, apoyaba la entrada en la guerra. No es buen ejemplo Nixon, ni la política de EEUU, ni los métodos que utilizó el gobierno de entonces para sacar del poder a JFK…no es buen ejemplo aquella frase ni aquel guiño ‘simpático’ a uno de los mayores peleles de la historia de la política de EEUU.

Estamos entrando como un lobo matando ovejas en la represión. Estamos retrocediendo unos treinta años. Todos los derechos y libertades por los que muchos lucharon entonces, se están quedando en nada al lado de un gobierno que quiere reprimir, acallar, que no se esfuerza en nada que no sea mantenerse hipócrita y cínico en las convicciones de sus intereses políticos, ideológicos y hasta personales.

Bienvenidos a la dictadura de la anti-democracia o ‘Democracia 2.0’

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