15 de octubre de 2012

Extractos de Humboldt


Las penurias que sufrió uno de los padres de la Geografía no fueron pocas, como así lo relata en el libro ‘Viaje a las zonas equinoccionales del Nuevo Mundo’. Rescato extractos de sus pericias en el ascenso al Teide de este ídolo.

Hacia las tres de la madrugada partimos, alumbrados por el tenue resplandor de unas teas, hacia la punta del picacho. Se empieza la ascensión por la ladera Norte, donde el declive es enormemente empinado. A las dos horas llegamos a una pequeña meseta que por su situación aislada se llama Alta Vista. Allí se detienen también los neveros, es decir, los indígenas que van en busca de hielo y nieve para venderlos en las poblaciones vecinas. Sus mulos, más avezados a trepar que los que se alquilan a los viajeros, llegan hasta Alta Vista; los neveros tienen que transportar a hombres hasta allí la nieve recogida. Más allá de este punto comienza el Malpaís (…).” pp 19-20

Tuvimos que abrirnos fatigosamente camino a través del malpaís. La cuesta es muy empinada, y los bloques de lava resbalaban bajo nuestros pies. Los escombros de la cima del pico tienen los cantos agudos, y con frecuencia dejan huecos; el explorador corre el peligro de hundirse en ellos hasta medio cuerpo. Por desgracia, la pereza y la mala voluntad de nuestros guías contribuyó no poco a agriarnos la ascensión. Eran perezosos en un grado desesperante; la víspera habían intentado convencernos de no pasar más allá de la estación de las rocas. Se tumbaban a descansar cada diez minutos; tiraban los trozos de obsidiana y piedra pómez que habíamos recogido cuidadosamente, y al fina resultó que ninguna de ellos había estado todavía en la cumbre del volcán (…).” p20

"El frío que pasamos en la cima del pico fue muy intenso, debido a la estación del año en que nos hallábamos. El termómetro señalaba a la sombra 2,7 ºC. El viento soplaba del Oeste, o sea, en dirección contraria a la que durante una gran parte del año lleva Tenerife el aire caliente que sube por encima de los ardorosos desiertos de África”. p24

Alexander Von Humbold, antes de realizar su viaje a Sudamérica, hizo escala en Canarias. Visitó Tenerife y ascendió el Teide a principios del siglo XIX. Su relato no puede ser más geográfico, paisajístico, más inefable pese a contar con palabras:

La ascensión al Teide no tiene precisamente atractivo como materia para investigación científica; en cambio, sí lo tiene porque proporciona una sinfín de pintoresos encantos para quien sabe sentir la magnificencia de la Naturaleza. Describir estas impresiones es tarea difícil; nos agitan tanto más cuanto que hay en ellas algo de indefinido, como la inconmensurabilidad del espacio y el volumen, la novedad y la variedad de los objetos que nos rodean. Cuando un viajero tiene que describir las altas cimas de nuestro Globo, las cataratas de los grandes ríos, los tortuosos valles de los Andes, corre el peligro de fatigar al lector con la expresión monótona de su admiración. Yo estimo más ademado, para los fines que persigo con esta crónica de mi viaje, pintar el carácter específico que caracteriza cada paisaje (…).” p22



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