27 de septiembre de 2012

Recuperar el deber de la Desobediencia Civil


No debemos olvidar que la Geografía es, ante todo, una ciencia social, y como tal ha de preocuparse por el ser humano y su relación con el entorno. El entorno, muchas veces tratado como paisaje, como ente natural, como sistema abiótico o sistema de interrelaciones, en síntesis, como algo, si se quiere, externo a la sociedad. Pero no es así. Existe la Geografía Urbana, la Geografía Social, Geografía de la Población, o, en líneas generales, la rama llamada Geografía Humanista. Todas ellas intentan dar un salto cualitativo al estudio de la sociedad en la que vivimos desde diferentes frentes.

Pienso que no es descabellado escribir como geógrafo sobre los hechos que acontecen desde hace ya más de un año en España. Oh, Hispania o Ish Fannim (Isla de conejos como la llamaban los fenicios). Esa Hesperia de antes, aquella cuyos griegos llamaron así por interpretar esos pagos como el Paraíso Terrenal. De aquello hemos pasado al mismísimo infierno. Un averno de silencios, de sinsentidos y sinsabores. Una historia lustrosa de aquel Imperio que llegó a atemorizar y masacrar otras culturas, particularmente la americana. No fue esto algo implantado por los españoles. La barbarie fue cruenta y habitual en los conquistadores de antaño que navegaban auspiciados económicamente por las casas reales, monarcas, muchos absolutistas y despóticos con ansias de riqueza y poder a cualquier precio. Como digo, aquella Iberia no fue forjadora de barros ni lodazales de violencia, fue una más de entre otros imperios. En retrospectiva, España es un cúmulo de historias varias que ha sabido concretarse en una, vamos, que no todos estamos por la labor de reconocer a España única y sin fracturas; claro que, ¿qué país puede decir que es así? Pues muchos. Muchos países pueden permitirse el lujo de ser más patrióticos, ensalzar más su nacionalismo en la mayor parte de su población. Países que fueron sometidos durante décadas y décadas y que instigaron en su furor interno un gran rechazo a su metrópoli. A veces, para qué engañarnos, ni aún así logró ser proclamados como un solo territorio por parte de toda la población. En el siglo XX España vivió la rémora de una dictadura, antes una, más ‘dulce’, pero dictadura al fin y al cabo (Primo de Rivera) y en esas mismas, una República que muchos recuerdan como odisea, utopía y paraíso terrenal de los ciudadanos de esta vasta tierra llamada antes Hesperia. Yo no lo viví y ahora me encantaría tener una máquina del tiempo que me permitiera viajar y vivir en primera persona todas aquellas circunstancias para comparar con lo que ocurre ahora.

España vivió soterrada, subyacida por la dictadura el peor conflicto bélico a nivel mundial, hasta el actual conflicto mundial, no bélico, sino económico del que ya hablaré. Con el retraso tecnológico, laboral y social España creció al ralentí y a la sombra del continente. Una sombra relativa, claro, porque esta nación, siempre mirando con recelo a los más fuertes, se quería parecer a poderosos. Quería intentar volver a ser aquel imperio, aquella impronta, aquella Madre Patria…hoy, huérfana de aquellas huestes. Sin embargo, Europa también era las entonces Yugoslavia y Checoslovaquia; pero también Hungría, Bulgaria, Austria, Suiza, Grecia, Portugal y otras muchas naciones que, con problemas, también vivían a la sombra de las grandes potencias europeas. Pero España quería más. Siempre quiso más. El fin a la dictadura hizo subir al trono a un Borbón. Los borbones, en la sombra desde hacía casi medio siglo, volvió a ver España desde el trono desde el que había sido fulminado en los años treinta del siglo pasado con Alfonso XIII, vio su ‘minuto’ de gloria tras el fallido golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Me niego a hablar de los borbones y de darles más crédito a su ya abismal descrédito. Viven de las rentas, tan sólo baste decir eso.

Esta historia se escribe poco a poco y muchos ya la conocen. Desde la transición hasta la gloria de la pujanza económica y el cenit del turismo que hizo que el reino de las Hespérides, a fines del siglo XX fuese el Paraíso Terrenal para muchos seres que buscaban las divinidades del clima, por qué no decirlo, de su particular economía.

Pero no engañemos más. España nunca fue una grande, libre e indisociable. Los conflictos de los vascos y los catalanes amordazaban a un país que entonces miraba a otro lado porque…porque a todo el mundo le iba bien. Se estaba educando en aquello que llamamos Estado del Bienestar y que hoy suena a ambigüedad, pero es de lo más retorcido. Así fuimos educados. Educados en las facilidades sociales, tecnológicas, mirando, si acaso de reojo al pasado reciente, a veces ni eso. Manipulando en algunos casos ese pasado. Estado, banca y medios de comunicación iban en una sola dirección y los ciudadanos, por qué no decirlo, no miraban más allá de eso. Todos estaban con aquella rutilante y presumida tradición de tomar una siesta. A esa siesta luego le dieron cloroformo y la mayor parte de la población continuó dormida cuando, ya en el siglo XXI, comenzaron a ver que algo fallaba. Cuando alguien alertó de los problemas de las futuras pensiones, se miró a otro lado. Cuando alguien dijo que en unos pocos años el Estado iba a ser insolvente, se miró hacia otro lado. Cuando alguien vaticinó que se rompería la burbuja inmobiliaria, se miró hacia otro lado. En definitiva, todos miraron…pero si acaso a la caja tonta y a otros asuntos de distracción y atemorización de la población. Contando con la ayuda de los medios, el temor a otras cuestiones soslayó y hasta solapó los problemas principales que ya se veían venir y que nadie, ni tan siquiera yo, pudo ver.

Nadie se dio cuenta de lo que iba ocurriendo en Euskadi. Cuando alguien dijo que en España se incumplían los Derechos Humanos por tortura, nadie hizo nada. Estaban durmiendo la siesta de los noventa. Cuando el hoy líder de la oposición fue acusado de perpetrar numerosos casos de tortura y persecución a civiles por presunta -y sólo presunta, pocas veces demostrada-, pertenencia a la banda Euskadi Ta Askatasuna (ETA), todo el mundo hizo caso…omiso. Las manifestaciones en el País Vasco o Cataluña sólo merecían una reseña. Allí ya se vivía algo, ya se comenzaba a gestar el fin del sentimiento patriótico hacia una España cruel, hipócrita, falsa y despótica. Lejos de hacer autocrítica, el ciudadano de a pie atacó verbalmente a aquellas personas, ciudadanos legítimos de su territorio, los difamaron, se pusieron del lado del caciquismo político que reina en este país desde hace ya treinta años.

La política del terror, en realidad, no acabó con Fernando VII, ni con Primo de Rivera, ni con Franco, ni tan siquiera con la democracia acabó el terror. Que se lo digan a los  miles de personas que han muerto por el clamor irracional de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en sus múltiples manifestaciones a lo largo del territorio patrio. En casi todos lados hubo mártires que dejaron su vida por el sinsentido del Estado a mantener unida, callada o adormilada esta casa de nombre país. En su momento, no hace muchos años también hay que decirlo, Amnistía Internacional y otros entes denunciaron los hechos. Aconsejo que quien pueda lea o se baje el libro ‘Manual del torturador español’ de Xavier Makazaga. En sus primeras páginas escribe lo siguiente “según los informes publicados por la Coordinadora para la prevención de la tortura: En el Estado español al menos 5.686 personas denunciaron haber sido torturadas o sufrido agresiones y/o malos tratos cuando se encontraban bajo custodia, policial o penitenciaria, entre los años 2001 y 2008. Y estos datos no son la totalidad de las agresiones constatadas por la Coordinadora. Son numerosos los estudios e informes internacionales que denuncian la persistencia de la tortura en el Estado español. Los últimos han sido publicados por Amnistía Internacional en noviembre de 2009, y, poco antes, por el Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa, publicado en julio de 2007, pero correspondiente a la visita que el CPT efectuó al Estado en diciembre de 2005”. Los datos siguen jalonando este libro que, todo que decirlo, habla mucho de los etarras que del resto de personas. Sin embargo, este hecho no ha de enmascarar la realidad de las cosas que están ocurriendo en España hoy día.

Enlace al libro:

Lo que ocurre es que se está atropellando a las personas de a pie, ocurre que estamos en un Estado sin sentido, ni sensibilidad. Que el cinismo está tan alto que alcanzó cotas inimaginables. Que la siesta ciudadana está durando demasiados años. Que el gran público desconoce cosas que han de conocer, algo tan básico como lo que Henry David Thoreau llamó ‘El deber de la desobediencia civil’. Pondré aquí el inicio de éste libro suyo que comienza así: “De todo corazón acepto el lema de que ‘el mejor gobierno es el que gobierna lo menos posible’, y me gustaría ver que esto se lograra pronto y sistemáticamente. En la práctica significa esto, en lo que también estoy de acuerdo: ‘El mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto’; y cuando los hombres estén preparados para él, ese y no otro será el que se darán”.

Enlace al ensayo de Thoreau:

Las protestas realizadas desde el pasado año hasta las de hoy en contra del gobierno no hacen sino desentrañar que vivimos en la Tercera Guerra Mundial, una confrontación no belicista sensu stricto, una batalla que es económica y que es peor que las otras porque avanza lentamente, sin prisa, sin pausa, sin fin y sin distinción del tipo de personas. No conoce sino una sola ideología: el dinero. Es el peor enemigo porque por él se hace todo, hasta engañar al que ya amaneció engañado, al más listo y al más tonto. Da igual, todos estamos metidos en esa cruenta batalla mundial.


Pero este territorio me recuerda cada vez más a otros escenarios, particularmente Grecia, cuyas acciones ciudadanas se menosprecian, se describen en un mero titular a mitad de periódico como para no dar demasiadas ideas al personal patrio. No tiene más culpa el gobierno que aquellos ciudadanos que depusieron a la anterior Administración, culpándolo de todos los males económicos para poner precisamente a un ejecutivo cuya ideología aborta históricamente casi cualquier preocupación del ciudadano de a pie. Ya lo había hecho bastante mal el anterior presidente y demás esbirros, así que lo sucedido tras las elecciones generales del pasado año no fue sino una fustigación, una autolesión del ciudadano español que, dormido, aletargado o directamente despistadísimo –por ser suaves-, no vio que el problema no era de gobierno, sino de sistema y que al votar lo que votó, legitimaba el sistema y lo seguirá haciendo válido hasta que no deje de pensar en si lo que ocurre es blanco o negro. Porque nos cuesta ver que lo simple en realidad es muy complejo y como tal, conviene pararse a pensar. Muchos no quieren pensar sino actuar y echarse a dormir de nuevo. Intentar sobrevivir de nuevo bajo el techo del Bienestar Social y punto. 

Un 20 de octubre de 2011 la banda terrorista ETA anunciaba su alto al fuego y el fin de toda acción violenta. Quien sepa algo del tema sabrá que lo que hoy día es ETA, no es más que un instrumento más del gobierno y demás esbirros para mantener controlada a la prole. ¿O qué pasa, es que hace un año merecía matar por la libertad de Euskalherría y después del 20 de octubre ya no valía la pena? Le entrada de Bildu a grandes ciudades como Donosti fue algo así, a mi parecer, como la justificación del alto al fuego por parte de ETA. Pero las condiciones, creo que no han cambiado, o si lo han hecho, no ha sido efectivo. Ahora para controlar a las masas sirve sobre todo otra clase de miedo. Ya el terror o el terrorismo no sirve para ganar elecciones, hoy la batalla es del dinero y del poder. ETA ya tiene su parte de poder, pero, como todos, hoy día carece de medios y eso le da, cuanto menos, el beneficio de la duda. Esto da sobre todo un premio a esos gobiernos que se han contradicho una y varias veces, que se han criticado entre ellos por pactar o no, por hablar o no, por negociar o no cuando ellos saben que han calcado sus estrategias obviando los matices.

Si hoy día estamos sitiados, si no hay empleo, si no hay dinero, si no podemos estudiar o si hacerlo nos sale más caro, si llenar la cesta de la compra cuesta mucho más, si ya no nos podemos permitir ciertos elementos fundamentales, no nos engañemos, la culpa es sólo nuestra, mía, tuya y seguro que la de tu vecino. Es una obviedad decir que la culpa es del gobierno de turno, ahora más títere que nunca del Banco Central Europeo y demás entes financieros.

Paradójicamente hoy día se viven casi tantas protestas como hace treinta años, sin embargo el sistema, a diferencia de entonces, no se mueve. Hace unos lustros, salían a la calle miles de personas contra el terrorismo, hoy salen contra el sistema, contra el gobierno y contra los políticos, eso sí, la cuantía de los manifestantes puede que sea inferior por verdad absoluta –porque el resto está tomando la siesta- o por verdad relativa –porque las cifras de manifestantes interesan que sean a la baja-. Pero seamos buenos con nosotros mismos y digamos que salimos a la calle, y no sólo eso, además hacemos huelgas generales, empatizamos con tu vecino del tercero que antes te caía mal porque era de una ideología opuesta a la tuya, pero claro, como ahora ambos estáis sin trabajo o como mal menor, a ambos os han bajado el sueldo y ya no sois mileuristas, lo acatas y hasta tenéis un recurrente tema de conversación que ya conviertes hasta en banal.

Y como decía, salimos a la calle y nos manifestamos. Entonces aparecen los cuerpos de seguridad del Estado porque claro, no es lo mismo manifestarse en contra del terrorismo, aunque tengas muchas ganas de patearle el culo a alguien; que manifestarse contra el gobierno. No es lo mismo para los gobernantes aunque el resultado y la acción sean, además, idénticos. Por más que seas pacifista, que te sientes callado y no digas ‘esta boca es mía’, por más que sólo quieras añadir estadísticamente tu presencia a una protesta, según la policía, eres una amenaza. Y lo eres porque amenazas a la oligarquía, es decir, el poder de unos pocos, que en cifra porcentual con respecto al total de la población no supone ni un 1% del total. Son ellos los que lo manejan –incluida la oposición- y no van a permitir que tú, pobre currito multiplicado por cien, más todas tus circunstancias –estás en paro tú y los cuatro miembros de tu familia que no tiene dinero para comprar comida y tiene que subsistir con ayudas mínimas y hasta de caridad -, le quiten el poder y el mando que suponen, ya no llegar a presidir un país, sino a ser el principal opositor (al presidente saliente que no se vuelve a presentar le dan una prestación millonaria hasta el final de sus días –con esta premisa hasta yo me dedicaría a la política aunque tuviera que estar en la oposición-).

Si sumamos todas las huelgas y manifestaciones del último año y medio, así como su repercusión, estaremos hablando del movimiento social más importante, ya no sólo de este siglo, sino uno de los más importantes del siglo pasado. Porque desde que comenzó la protesta aquel 15 de marzo de 2011, hasta el pasado 25 de septiembre de 2012, las protestas no han parado. Yo recuerdo con gran entusiasmo la protesta de los mineros que caminaron la geografía española para presentarse en la capital de este triste reino y que acabó, como no, en batalla.

Hete aquí lo importante: las batallas. Porque si solipsistamente eran “importantes” las conquistas de siglo XV, más importantes son aún estas batallas callejeras en las que el ciudadano de a pie protesta contra su sino de ser una mera estadística en un vasto territorio. Y en consecuencia, los cuerpos de seguridad del Estado, normalmente con un punto extra de altanería y que loan a los que más mandan, atacan porque para eso han sido preparados y más concretamente los antidisturbios, unos auténticos rompecalles que no tienen el más mínimo sentido del decoro y la coherencia. Aconsejo que vean este pequeño vídeo para que sepan a lo que me refiero:

Video sobre los antidisturbios

Es del todo punible lo que hacen pero eso no es ni tan siquiera lo malo, porque en un Estado democrático y con unos principios legales, tendría que juzgar a aquellos miembros que maltratan al ciudadano por ejercer lo que es constitucionalmente una libertad. Tras lo ocurrido en el día de ayer, 26 de septiembre de 2012 en Madrid por los antidisturbios, de nuevo Amnistía Internacional ha querido pronunciarse:

“Amnistía Internacional lleva tiempo pidiendo al ministerio del Interior que apruebe una normativa sobre el uso de las pelotas de goma en la dispersión de algaradas. En anteriores informes, Amnistía ya ha lamentado la falta de regulación sobre la actuación de los antidisturbios. Suscita preocupación, también, que los supuestos abusos no se investiguen adecuadamente, ‘llevando a una impunidad por parte de los agentes que cometen excesos’. Entre lo que más preocupa a Amnistía Internacional se destaca que no existen "mecanismos efectivos de rendición de cuentas, que en el caso de que se produzcan actuaciones desproporcionadas, como que la policía pegue fortuitamente a una persona que no está haciendo nada, no hay respuesta judicial".

Noticia y vídeos de la ‘represión’ policial:

Lo peor, es que seguimos dormidos como sociedad, incluso dormimos como individuos, prejuzgamos o sojuzgamos si llevamos a cabo acciones encaminadas a corregir estos casos. Lo peor es que un día después de lo sucedido, todo sigue tan normal. El presidente, lejos de mostrarse como lo que es, un Jefe de Estado, alza la voz como si un aficionado a un deporte cualquiera fuera y declara: “Permítanme que haga aquí en Nueva York un reconocimiento a la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios. No se les ve, pero están ahí, son la mayoría de los 47 millones de personas que viven en España. Esa inmensa mayoría está trabajando, el que puede, dando lo mejor de sí para lograr ese objetivo nacional que nos compete a todos, que es salir de esta crisis”, ha declarado, en referencia a las imágenes de los “indignados” españoles que proliferan en los medios de comunicación internacionales. ¿Es o no una fivrolidad y una provocación?


Y el colmo de todo esto lo escribe el secretario general del llamado Sindicato Unificado de la Policía (SUP), José Manuel Sánchez Fornet, al que, por cierto, no le ha caído nada por ejercer su derecho a la libertad de expresión, siendo su libertad, un libertinaje, puesto que su libertad acaba con sus ataques hacia los que debería defender. Este ‘señor’ (por cortesía le diré así), escribió en su libertinaje el 25 de septiembre lo siguiente:

"Para los de las identificaciones: no las llevan y apoyamos que no las lleven ante organizaciones violentas. Leña y punto".

"Los pijoprogres de IU, esos que en ayuntamientos permiten a sus policías locales acosar a jóvenes con perros, cachearlos y multarlos si llevan hatchís han hecho sus pinitos", ha comentado en Twitter.

Tampoco ahorró críticas explícitas hacia los manifestantes, a quienes se refirió como "aprendices de revolucionarios de pacotilla que mañana irán a su trabajo a ser explotados por su jefe y dirán "si bwana".

"Las jaurias de sectarios nunca me han preocupado, y menos en la red. Apoyo la actuación de UIP" –Unidad de Intervención Policial-, aseguró. "Esos sectarios que dicen que lo único malo son los manifestantes heridos y no se acuerdan de los policías son energúmenos, rojos energúmenos".

Fuente:

Esta no es una historia con un final feliz. No lo es porque volveremos a nuestras vidas, algunas, muchas o todas insulsas porque no habremos siquiera dedicado un minuto, ya no a pensar, sino sobre todo a ejercer nuestro derecho a la acción. Precisamente hay una ley, la tercera Ley de Newton que dice que “Toda acción tiene una reacción igual y opuesta”. Nosotros no hemos hecho uso de esa reacción, ni nosotros como individuo, ni nosotros como sociedad, ni tan siquiera nosotros como nación. Somos lo que hacemos y si no hacemos nada, no somos nadie. Después de todo lo sucedido, de todo lo que sigue sucediendo, después de ver cómo de manera flagrante nos está azotando la oligarquía política, seguimos olvidando qué somos, quiénes somos, lo que podemos o no hacer. Olvidamos la historia, ignoramos lo aprehendido, seguimos durmiendo o procrastinando mientras olvidamos que tenemos un derecho y sobre todo un deber cuando nos están robando todo. Tenemos un deber hoy día, un deber que no ejecutamos por lo viles y degenerativos que somos como sociedad. Ese deber que a muchos parece no decirles nada y cuya historia está olvidada, ese deber, tiene dos palabras: “DESOBEDIENCIA CIVIL”.

Escrito por: William Hernández Ramos. Licenciado en Geografía por la ULL. 

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