19 de mayo de 2011

Bitácora del viaje a Marruecos – IV Parte

Cuarta parte del serial sobre mi viaje a Marruecos en verano pasado. 

DÍA 4                                                                              Martes, 10 de agosto de 2010
Rougoult-Tizin Rougoult-Jebel Wagraraz-Tasgaïwal-Amezrit
La noche anterior, Mohamed, el hombre del Git T’etape de Rougoult nos dijo que teníamos que coger por la derecha para hasta Amezrit, pero estábamos recelosos. Por la tarde, uno de los niños nos había dicho exactamente lo mismo que Mohamed, pero nosotros queríamos seguir recto por el camino por el que habíamos subido desde Bouollil.. Cuando nos levantamos en el día de hoy, antes de las siete de la mañana (seis, hora local), cogimos el mapa y la brújula y, en efecto, nuestro destino estaba hacia la derecha, es decir, hacia el sur, que era donde teníamos que ir para caminar por el valle del Tessaout. A pesar de todo, yo tenía mis dudas.
<SAMSUNG DIGITAL CAMERA> Subimos durante hora y media por le lecho del río. Detrás de nosotros venía una mujer montada en una mula que estuvo yendo poco a poco y que al cabo del tiempo no sólo nos alcanzó, sino que nos superó y dejó atrás sin problemas. Yo casi desde el inicio me quedé rezagado. No me sentía bien. No habíamos desayunado esta mañana y anoche casi ni había cenado. Me sentía torpe, débil. Caminar por el lecho del riachuelo, cruzándolo decenas y decenas de veces, resultó agotador. Por momentos creí desfallecer. Sobre las nueve de la mañana paramos para comer algunos frutos secos que habíamos comprado en Marrakech y tomar algo de agua, cosa que agradecí porque estaba desfallecido. Al cabo de unos cinco minutos vimos que sobre nosotros había una casa y en ella, sobre el tejado, dos niños. Posteriormente bajó por la ladera un hombre joven con un perro. Néstor le ofreció frutos secos y él aceptó. Al cabo de un par de minutos, el joven hombre le dijo “té” y Néstor no lo dudó, aceptó la oferta. Yo le secundé. A los pocos minutos cogimos las mochilas y subimos los 80 metros que separaba el lecho del riachuelo hasta la casa de aquel hombre llamado Hassan.
Estábamos a 2.000 metros de altitud y al llegar vimos un gran rebaño de cabras. Hassan nos invitó a su casa y nos preparó un té. Entramos en su mini cueva que tenía por casa y vimos todo el proceso de la preparación del té mientras nos sacábamos alguna foto con él en el interior de su casa. Isra aprovechó para regalarle una caja de creyones a una de sus hijas. Hassan acabó de hacer el té y nos lo sirvió pero con señas le pedimos que nos acompañara y así lo hizo él. Nos tomamos unos 3 ó 4 vasos. Al final, Néstor y yo le regalamos dos camisas y dos bolsas de frutos secos. Después de unos 45 minutos y embriagados del encanto de lo más simple seguimos el curso del riachuelo que remontaba la garganta. Yo volví enseguida a quedarme atrás. Comencé a sentirme mal del estómago. Expulsaba flatulencias, me sentía débil. A medida que subíamos, el cuerpo se me ponía más pesado y torpe. Comencé a marearme, a caminar cada vez con más torpeza.
Por momentos perdí la noción del tiempo y hasta del espacio. No sabía qué me pasaba. Veía borroso. No pensaba en muchas cosas salvo en lo inútil que era yo en ese momento. Rezagado, medio enfermo, agotado, sin capacidad ni oportunidad para tomar decisiones sobre el camino a seguir, puesto que de nuevo no sabíamos si estábamos en el camino correcto o no hacia el Puerto de Tizin Rougoult. Néstor era el negociador en todos lados, las relaciones públicas, era la luz, las manos, los ojos, era el 80% de nosotros y yo, me sentía el último de todos, no sólo durante la ascensión, sino en cualquier otra oportunidad. Cerca de las doce y con un agotamiento extremo paramos. Yo llegué muy rezagado.
Estaba absolutamente exhausto. Me quité las botas, me recosté y cerré los ojos. Donde paramos había dos cabeceras de valles que confluían en el que habíamos estado subiendo y no sabíamos por dónde coger. La guía que tenía Néstor decía que debíamos seguir el riachuelo, pero por el riachuelo allí no había sendero alguno, éste estaba justo en la cabecera del valle que no tenía río. Ante esa disyuntiva, Néstor dijo de hacer un largo descanso. Se bañó en el riachuelo y nos refrescamos. Yo cerré los ojos y dejé que pasara el tiempo.
Al cabo de varios minutos llegó un joven, era un pastor de cabras. Néstor le saludó y le preguntó por donde se iba hasta el puerto de Tizin Rougoult, y éste le hizo señas con las que quería decir que debíamos tomar el camino que había, es decir, por el valle sin río, ya que éste luego se unía de nuevo al riachuelo. Néstor se hizo fotos con él. Era un chico abierto, amable y al final, se ofreció a llevarnos hasta cerca del Puerto de montaña. Tras una hora reanudamos la marcha. Yo, como siempre, me quedé muy rezagado, pero es que el pastor imprimía un ritmo inaguantable. Como el camino a veces se perdía y ellos iban bastante más adelantados, por mí estaba esperando siempre el perro del pastor para guiar mis pasos. Fue increíble que el perro estuviera pendiente de si subía o no.
Después de una media hora aproximadamente me encorajiné y comencé a recortarles distancias. Al final llegamos primero a un descansillo de césped. Continuamos un poco más hasta algo parecido a un circo glaciar con unas vistas espectaculares, con un inmenso talud de derrubios y más césped que parecía una moqueta. Hasta allí es donde nos podía llevar ese pastor, que se unió en aquel falso llano con otro pastor. Nos ofreció hacernos un té. Se puso a buscar la leña de ramas secas para hacer el fuego para calentar el té. Nosotros aprovechamos para comernos las cuatro latas de sardinas que compramos la noche anterior. Ellos nos invitaron a pan. De ese modo, entre nosotros cuatro y los otros dos pastores nos comimos tres latas con el único pan que teníamos y que compartimos. La última lata se la regalamos, además de 5 Dirhams cada uno.
Después de comer en el césped nos recostamos un rato. Nos quedaba, sin lugar a dudas la parte más dura, el final del puerto, cerca de 300 metros de ascensión. Por primera vez en todo el día no me quedé rezagado. Volvía a sentirme mejor. Lo que pasa es que cuando estábamos a punto de coronar el Puerto nos dividimos porque había dos caminos. Yo seguí a Isra, que marchaba primero, y Ada a Néstor. Coronamos el puerto Isra y yo, pero al final no vimos a Néstor. Isra y yo cruzamos la arista y fuimos en busca de Néstor. Éste y yo decidimos subir la montaña de la derecha, que era un 3.000 metros, el Jebel Wagraraz. Estábamos en el Tizin Rougoult, a 2.850 metros, pero nos hacía ilusión hacer un 3.000 metros. Sólo fuimos Néstor y yo porque Ada e Isra no querían. Al cabo de media hora bajamos tras hacer cima. Luego, sin saber muy bien por dónde coger y con las señas de otro pastor, bajamos hasta Tasgaïwal primero y luego a Amezrit. Bajamos en una hora, pero luego no sabíamos cómo ir a Amezrit. Por consejo de Isra fuimos por el lado izquierdo del valle de Tessaout. Esta opción elegida era contraria a los deseos de Ada y Néstor, que querían ir por un camino situado a la derecha del valle. Tuvimos que atravesar el río y nos mojamos totalmente las botas.
Al cabo de un tiempo volvimos para atrás para ir por el camino marcado a la derecha del valle del Tessaout. Tuvimos que cruzar de nuevo por el río, pero esta vez por un lugar más peligroso. Posteriormente tuvimos que Nadie mira en Agoutisuperar con un salto un canal hondo. Tuvimos que saltar hasta un muro de piedra al que tuvimos que sujetarnos y luego, escalar un poco hasta el camino. Seguimos por la pista y en un rato, con mucho suspense, encontramos Amezrit. Este pueblo después de Marrakech, fue de lo peor que vimos hasta ese momento. El Git T’etape era un poco andrajoso y con una señora con muy mala hostia que nos pedía, por quedarnos, 130 Dirhams (13 Euros cada uno). No quisimos y después de mucha zozobra, pensando que dormiríamos a la intemperie, y sin comida. Llegó un joven que hablaba un poco de español, Omar, un guía de montaña que había llegado con un hombre francés. Gracias a su intervención logramos que la mujer del Git rebajara el precio a 100 Dirhams cada uno. Luego salimos por el pueblo para conseguir líquido, pues en particular yo estaba totalmente deshidratado. Tenía sed, tenía las botas mojadas, tenía sueño, hambre y con una fatiga espantosa. Los niños eran malcriados, nos gritaban y a Isra en particular le pidieron dinero. No le dio nada porque según leímos y nos dijeron, fomentaba la mendicidad.
Dentro del pueblo había pocas tiendas. Fuimos hasta a tres tiendas en las que nos quisieron cobrar mucho más de la cuenta por una simple botella de agua, además de tratarnos un poco mal. Al final fuimos a una tienda donde compramos cuatro refrescos y cuatro botellas de agua, pero el tendero nos trató mal, más, como estábamos tan agotados, aguantamos el envite. Fue así como llegamos ese día que comenzó con experiencias inigualables como la de Hassan el pastor, o la cima del Jebel Wagraraz de 3.000 metros, y que acabó de una forma que no imaginábamos.

2 comentarios:

  1. Atrevido aventurero, yo no me hubiera metido por esos caminos ni atada. La verdad es que suena muy duro, agotador, pero después de tantas fatigas creo que vale la pena, por la satisfacción de llegar al final.
    Me han gustado las fotos, en especial la de las montañas con ese color impresionante y los cultivos abajo.
    :)

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  2. Enhorabuena Will, tu cuaderno de bitácora me está entusiasmando bastante. Estoy de acuerdo con lo que aporta la compañera Ana, hay una vitalidad y fuerza en el texto y en las imágenes que lo acompañan. Una auténtica aventura como señalas, y contada con minuciosicad. Lo leo y me meto en la aventura que pasaron. Te animo a continuar como lector de tu blog. Un abrazo grande compañero.

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