5 de mayo de 2011

Allá, en la letanía, África

                   
Me da asco y vergüenza escribir esto, pero he de hacerlo porque mi cabeza, mis dedos no pueden permanecer exánimes ante cosas que muchos saben, pero todos ignoran. Sí, reconozco que es pura demagogia barata lo que voy a exponer. Cosas que no podrán ser publicadas nunca jamás en ningún lugar porque valor, no tiene ninguno.

¿Qué somos todos nosotros, tontos ilusos del mundo desarrollado frente a quienes mueren cada día por nada? Nuestra vida significa algo para nosotros, puede que con mucha suerte, para algunas otras personas. Más, ¿Qué hay de esos sitios donde una persona no cuenta nada en absoluto? Lugares como África, donde en más de un siglo han muerto millones incontables de personas por viles motivos.

La Semana Santa del pasado año me pasé días enteros haciendo una pequeña investigación cuantitativa y un poco cualitativa también sobre los conflictos de África, de todos los países de ese maravilloso continente. El resultado es atroz. Es cruel. Perdí la cuenta a media tarde de todos los golpes de estados y militares que se habían dado. Las fechas se atropellaban unas a otras. Las guerras eran como el pan nuestro de cada día en muchos países. Las excusas, tontas como el mismo ser humano que intentó explotar los recursos naturales del país de turno (oro, diamantes, cacao, petróleo…).

Tal vez fueran sólo números y datos, nombres de personas al azar como Méles Zenawi, Yahya Jammeh, Jerry Rawlings o Ibrahim Baré Mainassara por nombrar sólo unos pocos, pero sólo eran los que ocupaban el lugar de turno en la máxima y asquerosa degeneración del ser humano. Los que estaban abajo sufrieron lo que yo jamás podré nunca alcanzar a imaginar.

No puedo hacer nada. Absolutamente nada. Sólo puedo escribir al vacío, aportar datos como geógrafo y conocer, empaparme de la historia de África, de las cosas que han sucedido. Hacer mapas de cada uno de los conflictos que han azotado al continente a lo largo del siglo XX. Que no se me escape ni un solo detalle. Poder saber con certeza milimétrica todas las atrocidades que se han cometido. De las más generales a las más diminutas. Luego, escribirlo, dibujarlo, darlo a conocer a mis allegados, gritarlo, azorándome mientras me pregunto ¿Qué coño ocurre con nosotros, los seres humanos?

¡¡Aún puedo hacer algo!! Puedo escribir, escribir y seguir escribiendo, pensando en qué tipos de problemas han sido, por qué surgieron y qué telón de fondo tienen para que no se sigan repitiendo (porque como un ciclo, muchos se repiten). Y puedo hacer más, puedo intentar esgrimir teorías, muchas estúpidas alguna seguro que es buena para lograr una explicación que explique lo sucedido y que aporte una solución a algún conflicto de mi amada África. Busco soluciones formulando alguna teoría por loca y absurda que parezca. Solución que seguro que nadie escuchará, que no servirá para salvar una vida, ni tan siquiera para redimir mi culpa por estar en este mundo y ser un auténtico privilegiado que no se preocupa de los problemas que realmente importan (pobreza, hambruna, guerras, muertes…).

Soy casi geógrafo, y sólo puedo conocer, analizar y si acaso escribir. Si fuera periodista, como lo fui en su momento, a lo único que podría alcanzar sería a tener una conversación con algún compañero y quejarnos, tratar de resolver el mundo con ambigüedad, demagogia barata y al final volvería a escribir de problemas que sólo importan a unos pocos, que no se pueden solucionar, como tampoco habré podido solucionar ni uno sólo conflicto de África, ni de la otra vuelta de la esquina.
En su momento, un amigo que había estado en Marruecos me enseñó fotos de su estancia allí, de sus andaduras por el Atlas y quedé sumergido en una honda desesperación. No he vivido una mierda de nada. Pero es que si tuviera oportunidad, sabría que mi vida en África duraría tanto como un suspiro en el viento, o una vida humana en la edad geológica de la Tierra. Nada.

Si estuviera, por ejemplo en la República Democrática del Congo (el nombre de un país nunca resultó ser un disfraz más irónico) allí moriría en dos segundos. Lo haría por los ojos al ver las atrocidades que he visto, leído o me han contado. Moriría moralmente por saberme incapaz de solucionar absolutamente nada. Moriría mi alma por semejantes atrocidades, y desde luego que en no demasiado tiempo, probablemente moriría de un balazo y toda mi vida habrá estado igualada con la de miles de millones de africanos que no tuvieron ni la posibilidad de darse cuenta de cómo era este mundo. Y tal vez en mi último hálito de vida llegara a pensar que la balanza de mi propia ética, ya estaría igualada a la de las personas que viven la vida de verdad. Porque hay más seres humanos en esa parte del planeta, que aquí donde estamos. Así que nadie venga a decirme que esto también es vida real, porque lo que somos es una partida de aburguesados (entre los que me incluyo, obviamente).

Qué poco significamos en el ámbito del universo, de La Tierra, de un continente, de un país, de una región, incluso dentro de una tribu. En África cualquier motivo es bueno para morir. Una vida vale tanto como la nada. Y yo lo único que puedo hacer es conocer historias que cuenten cómo las trivialidades del mundo desarrollado intentan convertir un continente hermoso, en la mayor prostituta de lo conocido. Y yo sólo puedo escribir, mientras mi ánima languidece en un réquiem rabioso, tormentoso, contumaz, inefable por el vacío que se siente al estar leyendo durante más de doce horas las cientos de atrocidades que se han cometido en el continente de forma más hermosa.

Pero puedo hacer algo más, sí algo más. Dar a conocer el alcance de mis resultados, que no son nada en comparación con la luz aportada por muchos otros seres mejores y más obstinados que yo. Conocer datos como el siguiente que no es ni tan siquiera nuevo ni relevante, pero es un ejemplo. El primero, en la guerra Eritreo-Etíope, la ONU los desarmó para que dejasen de luchar, y ambos países sacaron de sus estantes arsenales de los años 60 que les había procurado la Unión Soviética para seguir combatiendo. En esta misma guerra, la participación rusa acabó con la vida de 100.000 en un bombardeo a Asmara (capital de Eritrea). Otro ejemplo mucho más de andar por casa: A mí no me gusta el teléfono móvil. Nunca me ha gustado. Pero desde luego que hoy tengo un motivo más que de sobra para odiarlo, tanto al mío, como al de todos los demás. Al Este de la República Democrática del Congo se ha estado desarrollando la llamada “Guerra del Coltán” o la “Gran Guerra de África”, un conflicto en el que se han visto envueltas pobres países como Uganda o Ruanda, entre otros en busca de dos minerales, la Columbita y la Tantalita (Coltán). El 80% de la producción mundial de esos minerales está al Este de la RD Congo y por controlar ese yacimiento están no sólo estos tres países, sino potencias como Estados Unidos, China o muchos de los de Europa, que financian las guerras interinas, avalan y patrocinan matanzas de una crueldad absurda para poder hacerse con un buen saco de ese mineral que sirve para hacer los teléfonos móviles que tú, yo, y todos en este pequeño rincón del planeta utilizamos. Miles de personas han muerto desde 1998 y nosotros estamos aquí, sin saber ni tan siquiera qué pinta tienen los hombres, mujeres y niños que mueren atrozmente mutilados para que podamos tener una vida más cómoda. Vida cómoda que yo no pedí. Pobre vida que ellos no han podido elegir, sino que aguantar.

Podría seguir con decenas y decenas de ejemplos… La vida es un asco. Hablé con un amigo entonces y lo supe. Otro compañero al hablar de estos asuntos me lo confirmó con información oculta sobre las donaciones a Haití. Yo, hoy, estoy sólo conociendo la triste historia de las guerras y conflictos en África… y sólo de forma somera. Pero no tengo miedo a seguir investigando, a encontrarme con un número ingente de muertos, con fotos, Films o datos que hagan purgar mi alma al más profundo averno. Mi infierno será benditos cielos en comparación de las personas que no han podido siquiera esbozar un sentimiento grandioso que les hicieran albergar fe y esperanza. Y necesito conocer, saber y ¡¡maldita sea!! aunque sea poder escribir y pensar en soluciones coherentes… o al menos gritar por ellos en un palabra que cubra todo el vacío que les cubre por la ignorancia a este bellísimo continente.

2 comentarios:

  1. Hola Willy/Bastet! Me encanta tu estilo de escribir y describir las cosas.
    Adémas me acuerdo al día cuando me habías ensenado tu lista o la tabla de las guerras o conflictos de africa. Cuando estaba escribiendo el trabajo final de la asignatura de víctor sobre el tema de etíopia, tambien me di cuenta de tantas cosas nuevas con respeto a la historia del país de los vincúlos del subdesarollo que domina la región al sur de Egipto por ejemplo.

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  2. Hola Willy, mi más sincera enhorabuena por la elaboración de este artículo. Coincido con tu compañero, tu manera de expresar llega y conmueve. Este trabajo es una magnífica muestra de ello. No suprimes tu manera de ser, y por fortuna vas al epicentro de un tema tan complejo como es la situación tan caótica que todavía vive un continente tan hermoso.

    Un abrazo compañero.

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