A continuación pondré un extracto del libro “El hombre y la tierra” del geógrafo anarquista Elisée Réclus, obra publicada entre 1905 y 1908. He rescatado algunas ideas de este inconmensurable y recomendable libro con unas ideas muy concretas que bien pueden ser aplicadas para hoy día, más de 100 años después de haberlo escrito.
“En nuestra época de crisis aguda en que la sociedad se encuentra tan profundamente conmovida, en que el remolino de evolución se vuelve tan rápido que el hombre, poseído de vértigo, busca un nuevo punto de apoyo para la dirección de su vida, el estudio de la historia es de un interés tanto más precioso, cuanto su dominio, incesantemente aumentado, ofrece una serie de ejemplos más ricos y más variados. La sucesión de las edades se convierte para nosotros en una gran escuela cuyas enseñanzas se clasifican ante nuestro espíritu, y hasta acaban por agruparse en leyes fundamentales.
-La primera categoría de acontecimientos por efecto de un desarrollo desigual en los individuos y en las sociedades, todas las colectividades humanas se desdoblan en clases o en castas diferentes, opuestas en intereses y en tendencias, hasta francamente enemigas en todos los períodos de crisis.
-El segundo hecho colectivo es que el equilibrio roto de individuo a individuo, de clase a clase: la violación de la justicia clama siempre venganza. Los que mandan tratan de permanecer los amos, mientras que los sojuzgados pugnan por reconquistar su libertad.
-Un tercer grupo de hechos demuestra que toda evolución en la existencia de los pueblos proviene del esfuerzo individual. En la persona ha de buscarse el choque impulsivo del medio, que se traduce en acciones voluntarias para esparcir las ideas y participar en las obras que modificarán la marcha de las naciones. El equilibrio de las sociedades sólo es inestable por la dificultad impuesta a los individuos en su franca expansión. La sociedad libre no puede establecerse sino por la libertad absoluta suministrada en su desarrollo completo a cada hombre, primera célula fundamental.
La "lucha de las clases", la busca del equilibrio y el arbitraje soberano del individuo son los tres órdenes de hechos que nos revela el estudio de la geografía social y que, en el caos de las cosas, se muestran bastante constantes para que pueda dárseles el nombre de "leyes". La observación de la Tierra nos explica los acontecimientos de la historia, y ésta nos hace volver a su vez hacia un estudio más profundo del planeta, hacia una solidaridad más consciente de nuestro individuo, tan pequeño y tan grande a la vez, con el inmenso universo.
A la fuerza de atracción natural del suelo que tiende a repartir normalmente los hombres, a distribuirlos de una manera rítmica sobre toda la Tierra, se une en el mundo moderno una fuerza completamente opuesta en apariencia, la que agrupa centenas de millares y hasta millones de hombres en ciertos puntos estrechos alrededor de un mercado, de un palacio, de un foro o de un parlamento: Hay ciudades, ya considerables al principio de la era de las vías férreas, que se convierten en ciudades inmensas, en montones de casas alineadas, recorridas por una red infinita de calles y callejuelas, de bulevares y de avenidas, sobre las cuales pesa durante el día una cúpula grisácea de humo, y por la noche se eleva un resplandor, que ilumina el cielo. Rousseau, deplorando el envilecimiento de tantos campesinos que van a perderse en las grandes ciudades, llama a éstas «Golfos de la especie humana», en tanto que Herder ve en ellas los «Campos atrincherados de la civilización. Es una gran ciudad de juego, pero un juego muy feo y laborioso y que, no obstante, no es sino un juego... Es una gran mesa de billar sin bayeta con bolsas tan profundas como el insondable abismo, pero billar al fin».
¿Llegarán todos los hombres sin excepción a respirar el aire en cantidad suficiente, a gozar plenamente de la luz del sol, a disfrutar la belleza de la frondosidad de los árboles y del perfume de las flores, a alimentar suficientemente su familia libre del temor de que le falte el pan?”
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